Revista Salud y Bienestar Colectivo
Septiembre-Diciembre 2020. Vol 4, Nº 3 ISSN 0719-8736
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Covid - 19 - Ciencia- Espiritualidad y Salud: El camino de regreso a casa.
Covid - 19 - Science- Spirituality and Health: The way home.
Dra. María Cristina González M.
Departamento de Salud Pública, Escuela de Medicina. Universidad de Carabobo,
Venezuela.
mariacegonzalez60@gmail.com
ORCID ID 0000-0002-0888-3907
Recibido: 06.06.2020
Revisado: 16.07.2020
Aceptado: 14.08.2020
Cómo citar este artículo: González, M.C. Covid - 19 - Ciencia- Espiritualidad y Salud: El
camino de regreso a casa. Salud y Bienestar Colectivo. 2020; 4 (3): 22 - 38.
Resumen
Cuando el planeta amanece con la noticia de la existencia de un virus mortal (Covid-19), se
prenden todas las alarmas y con ellas, una gran cantidad de interpretaciones y análisis desde
diferentes posturas científicas, filosóficas, ideológicas, socio antropológicas y espirituales.
El virus ha puesto sobre el tapete oscuros intereses, perversas maniobras políticas, poderes
maléficos, guerra de poderes, contradicciones y falencias en los sistemas de salud, olvidos
y abandonos. Ha visibilizado los lados más contradictorios de la ciencia y de las promesas
de la modernidad. La mirada desde la espiritualidad no ha faltado en estos momentos de
pandemia mundial. Hemos estado saturados de infinidad de mensajes invitándonos a volver
sobre nuestros pasos para poder entender con otros ojos y con otra mente; el sentido de este
virus que nos puso cara a cara con una muerte a destiempo, dolorosa y en soledad. Muchas
reflexiones nos deja esta pandemia, en este ensayo, se ha intentado desagregar en tres
grandes temáticas: Transitando por los caminos de la espiritualidad, la salud publica en
apuros y finalmente, Covid-19 ciencia, espiritualidad y salud.
El propósito que ha orientado esta mirada no ha sido otro que incorporar en el análisis,
como el ser humano, ha buscado algo que este más aly que les brinde respuestas a sus
más profundas interrogantes. Esta búsqueda ha sido precisada como su dimensión
espiritual. La dimensión espiritual, no es otra cosa que la búsqueda ante el asombro de la
finitud para poder comprender el sentido de vivir. Por otra parte, visibilizar las debilidades
de la salud pública para hacer frente a la pandemia y la necesidad de consolidar el
pensamiento de la salud colectiva. Finalmente mostrar evidencias dentro del campo de la
medicina cuántica donde la espiritualidad toma el escenario, para lograr la sanación. La
inteligencia espiritual como camino restaurador de la salud.
Palabras Clave: Covid-19, espiritualidad, salud pública, medicina cuántica, sanación
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Abstract
When the planet dawns with the news of the existence of a deadly virus (Covid-19), all
alarms are set on and with them, a lot of interpretations and analysis from different
scientific, philosophical, ideological, anthropological and spiritual socio postures. The virus
has put on the table dark interests, perverse political maneuvers, evil powers, war of
powers, contradictions and fallacy in health systems, forgetfulness and abandonment. He
has made visible the most contradictory sides of science and the promises of modernity.
The look from spirituality has not been lacking at the moment. We have been saturated with
countless messages inviting us to return to our steps so that we can understand with other
eyes and with another mind; the sense of this virus that put us face to face with a death of
time, painful and loneliness. Many reflections leave us this pandemic, in this essay, we
have tried to disaggregate into three great thematic.
Transiting the paths of spirituality, health publishes in distress and finally, Covid-19
science, spirituality and health. The purpose that has oriented this essay has been nothing
more than to incorporate into the analysis, like the human being, has sought something that
is beyond and that gives answers to its deepest questions. This search has been specified as
its spiritual dimension. The spiritual dimension is nothing more than the search for the
astonishment of finesse in order to understand the meaning of living. On the other hand, to
make public health weaknesses visible to address the pandemic and the need to consolidate
the thinking of collective health. Finally show evidence within the field of quantum
medicine where spirituality takes the stage to achieve healing. Spiritual intelligence as a
restorative path of health.
Keywords: Covid-19, spirituality, public health, quantum medicine, healing.
Introducción.
Y amaneció de pronto
Desde que los humanos/as hemos sido conscientes de nuestra propia fragilidad y
mortalidad, hemos buscado respuestas a los grandes misterios de la vida. Se cree que las
fuentes donde puede indagarse acerca de los primeros intersticios de la espiritualidad
humana; provienen de las pinturas rupestres y de diferentes objetos y construcciones que
datan de diferentes periodos del devenir de nuestra especie. Sin lugar a dudas, los vestigios
apuntan a intuir que eventos como la muerte, la creación, las enfermedades, la lluvia, la
oscuridad, el parto, el viento, la oscuridad, el trueno etc, estuvieron conectados con diversos
relatos y prácticas donde se pudieron encontrar algunas respuestas que el homo primigenius
pudo tener para explicar los misterios incomprensibles de la vida. El homo faber, diseño
figuras y grabo símbolos para dar sentido a sus misterios. El homo sapiens aterrorizado aun
por lo incomprensible de algunos acontecimientos; dejo bien sentada la influencia de seres
sobrenaturales responsables de todos aquellos fenómenos inexplicables. De cualquier
modo, necesitaba el ser humano/a atraer los favores de las fuerzas sobrenaturales
adorándolas y ofreciéndoles sacrificios para alejar a los demonios encolerizados.
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En los comienzos del tiempo sin tiempo, se recurrió al mito como una forma
explicativa para intentar resolver los enigmas de la existencia humana. Quizás sea esa
conciencia de nuestra finitud la que desde tiempos inmemorables nos ha permitido entre
muchas otras cosas; dejar todo tipo de huellas de nuestro paso y presencia en nuestro
planeta azul. La espiritualidad marca pautas y traza senderos que otros recorrerán, quizá
beneficiando su vida o tal vez, transformando el medio, en todo caso, dejando una huella
imborrable de los caminos transitados
(1)
.
Cuando el planeta amanece con la noticia de la existencia de un virus mortal
(Covid-19), se prenden todas las alarmas y con ellas, una profusión de interpretaciones y
análisis desde diferentes puntos de vista. Análisis políticos, filosóficos, económicos,
ideológicos, biológicos, farmacológicos, espirituales y pare de contar…….. Oraciones
mágicas, recetas maravillosas, invocaciones transgeneracionales, y toda una gran cantidad
de estrategias para conjurar el mal que este virus ha venido a doblegarnos y a
conminarnos al aislamiento. El virus ha puesto sobre el tapete oscuros intereses, perversas
maniobras políticas, poderes maléficos, guerra de poderes, contradicciones y falencias en
los sistemas de salud, olvidos y abandonos en fin…… los lados más contradictorios de la
ciencia y de las promesas de la muy maltrecha modernidad. La mirada desde la
espiritualidad no ha faltado en estos momentos. Hemos estado saturados de infinidad de
mensajes invitándonos a volver sobre nuestros pasos para poder entender con otros ojos y
con otra mente; el sentido de este virus que nos puso cara a cara con una muerte a
destiempo, dolorosa y en soledad.
Una existencia compartida en el micro y macro cosmos nunca pensada, nunca
reflexionada, nunca asumida. Cuando se hizo evidente nuestra vulnerabilidad, apareció la
obligada mirada interior como una extraordinaria oportunidad para abrirnos a la
inteligencia espiritual. Cuando se hizo evidente nuestra vulnerabilidad tuvimos que
recordar que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. El tiempo de
reencontrarnos para volver a casa. Sin lugar a dudas el Covid-19, es un buen momento en
nuestras vidas para hacer una profunda revisión de nuestra vida planetaria, como estamos
viviendo y como estamos invirtiendo nuestras energías y nuestras formas de vivir como
especie.
La modernidad nos hizo creer que éramos el centro del universo con poder sobre
todas las cosas y al final de la historia; somos tan vulnerables que el poder avasallador
invisible nos conmial silencio y a vivir con miedo. Hoy, la vulnerabilidad se ha hecho
más evidente que nunca. La fragilidad nos ha golpeado y el miedo a morir nos mantiene
acechados y en confinamiento.
El Covid-19, nos confirma que el mundo que conocemos no es infalible. No
tenemos certezas de ningún tipo. La visión antropocéntrica quedo totalmente vulnerada. El
mundo puede cambiar en un segundo, la economía puede colapsar, las bolsas de valores
pueden caer a niveles de tragedia, todas las seguridades prometidas por la ciencia se
tambalean, todos los avances en el campo de la salud, quedaron en entredicho. Esta
pandemia nos está diciendo que tenemos que vivir con la incertidumbre a cuestas. No
existen cimientos sólidos, no hay verdades absolutas. Todo ha sido un absurdo, un teatro de
marionetas, una guerra sin bombas pero con muchas muertes y muchos silencios cómplices.
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La pandemia, nos ha colocado de frente con lo s humano de nuestra existencia,
con nuestra espiritualidad olvidada y satanizada. El Covid-19 desde nuestros encierros, nos
ha llevado a mirarnos en lo más profundo de nuestra esencia, ha puesto al descubierto la
crisis sanitaria, social, económica, de sentido, los grandes poderes en pugna, las ambiciones
más perversas a flor de piel, y las más increíbles contradicciones y quejas hacia organismos
como la Organización Mundial de la Salud y toda la estructura de los sistemas de salud en
el mundo. Nos ha llevado a entender lo débil y contradictorio de los avances científicos
para hacerle frente a esta amenaza. La alocada carrera por encontrar la vacuna y los más
oscuros intereses políticos y económicos que detrás de ello se gestan. Muchas reflexiones
nos deja esta pandemia, impostergables reflexiones que en este ensayo, se ha intentado
desagregar en tres grandes miradas:
1.- Transitando por los caminos de la espiritualidad.
El tema sobre la espiritualidad en estos tiempos de Covid-19, se ha convertido en
una conversación cotidiana. Existen muchas interpretaciones sobre el significado de lo que
encierra la espiritualidad, todo va a depender desde donde miramos. Las diferentes
tradiciones sobre la espiritualidad condicionan las diferentes cosmovisiones y por ende, el
sentido de la vida.
El ser humano a través de los tiempos sin tiempo, ha buscado algo que este más al
y que brinde respuestas a sus más profundas interrogantes. Esta búsqueda ha sido precisada
como su dimensión espiritual. La dimensión espiritual, no es otra cosa que la búsqueda ante
el asombro de la finitud para poder comprender el sentido de vivir. La dimensión espiritual
es inmaterial, no es perceptible. El espíritu es una fuerza dinámica y profunda. En hebreo
se identifica como (ruah), en latín (espiritus), en griego (pneuma). El espíritu es principio
de vida. Podemos captar esta experiencia profunda sumergiéndonos en nuestro insondable
vacío interior. Ese iluminar de nuestra conciencia es espíritu.
El espíritu trae a la presencia, lo que estaba ausente. Abre mundos y nos permite
darnos cuenta de cuál es el propósito de nuestras vidas. En este sentido, el espíritu es
generador de sentido y de profundos significados. Es volver sobre nosotros mismos como
unicidad con el cosmos. Es la vivencia entre lo uno y lo múltiple. Es la fuerza que se
despliega en la capacidad de amar y vivir en el orden sagrado del amor. Es lo que nos
permite que podamos estar en esta terrenalidad. La conciencia que tenemos de nuestra
vida, no es la conciencia de una sola cosa sino la conciencia de nosotros y de los otros/as.
El amor es aquello con lo que nacimos, el miedo es lo que hemos aprendido en
nuestra terrenalidad. El viaje espiritual es la renuncia al miedo y a la nueva aceptación del
amor en nuestro corazón. El amor es el hecho existencial esencial más humano que
tenemos. Es nuestra realidad última y nuestro propósito sobre la experiencia terrenal.
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Tener plena conciencia de él, tener la vivencia del amor en nosotros y en los demás, es el
sentido de la vida
(2)
.
En tanto tal, la vida es una unidad indivisible que nos sorprende y maravilla por su
sabiduría. Ella es la que mantiene el orden en el espacio sin espacio y en el tiempo sin
tiempo y sin espacio. La vida produce vida, la voluntad solo produce cosas. Esa fuerza de
vida nos conecta con lo transpersonal. En este sentido, la espiritualidad esta fusionada con
nuestra vida interior, es una fuerza inconmensurable que nos empuja a buscar conexión
interior, la reflexión profunda. Se dice que la espiritualidad es el alma que mora en el
corazón de todas las creencias. En esencia, el ser humano es espiritualidad aunque esta
realidad inconmensurable se haya diluido en lo religioso. Es necesario comprenderla como
un poderoso camino de desarrollo humano.
Palacio
(3)
, señala que cada época trae consigo las mediaciones provenientes de la
cultura y el ser humano como sujeto de esas mediaciones; se hace un espacio en el mundo y
en sí mismo para sumergirse en las aguas de la espiritualidad y de esta forma; poder llegar
a comprender a los otros/as y llegar a ser en él a partir de los otros /as. Todo un proceso de
significación y resignificacion de la vida, de la existencia y de la expansión del ser en sus
mundos internos y externos. Espíritu, espiritualidad, transformación y existencia van de la
mano. Cuando Descartes con su filosofía totalmente racionalista sentencia “Pienso luego
existo”, excluyo totalmente la espiritualidad de nuestra esencia de ser. Concretándose el
modelo de estar y ser en el mundo veamos: la modernidad absolutamente antropocéntrica,
nos redujo a una materialidad totalmente vaciada de ser existencial. Recordemos que
occidente es certezas, la verdad es lo que podemos ver, palpar, medir, demostrar. En
consecuencia, pensar la espiritualidad ha sido una total entelequia dentro de la episteme
moderna.
La deriva del ser en la modernidad, es expresión de nuestra profunda disyunción
mente- cuerpo- espíritu- naturaleza. Foucault
(4)
, nos recuerda que la modernidad nos puso
en conflicto con la búsqueda de sentido. La búsqueda de sentido y trascendencia, ha sido
un rasgo presente en todo el desarrollo de la humanidad a pesar de todas las ideologías
(5)
.
Kahler
(6)
, sugiere no confundir espíritu con razón. La razón es un acto intelectual que se
concreta en experiencias de causa- efecto solo para explicar. La espiritualidad por el
contrario, es la fuerza que agrupa coordina y dirige la vida emotiva y profunda del ser
humano. Es el encuentro consigo mismo, es el darse cuenta de su existencia. Ese encuentro
consigo mismo, es lo que va a permitir lograr los cambios que hoy pide a gritos el planeta
para lograr la sostenibilidad de la vida.
La espiritualidad tiene que ver con las fuerzas fundamentales que impulsan nuestra
vida, nuestras pasiones, nuestros miedos, nuestras oscuridades. Muchos son lo que piensan
que ser espiritual es tomar distancia de la vida material, renunciar a la vida. Es todo lo
contrario, la espiritualidad está relacionada con la plena realización de la vida, en la vida,
con la vida a cuestas, conscientes de la necesidad de llevar una existencia con propósito.
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La espiritualidad es vida y no puede ser entendida como un calmante mental a
nuestras perturbaciones. Es un don que todos tenemos para conectarnos con el TODO, con
la Unicidad y de esta manera; vivir coherentemente con lo que digo, hago, siento y pienso.
El ser espiritual debe estar en sintonía con el signo de los tiempos. Está llamada a ser luz,
camino, sendero. Abre posibilidades sin necesidad de dogmatizar la existencia. Es poseer
un sentido de algo más allá, de algo más que confiere valor y sentido a lo que somos
(7)
.
Es estar avocados a una realidad trascendental, es volver a casa y volver a casa, es
comprender que formamos parte de algo más grande y más profundo, algo que te conecta a
todo y a todos, desde la insondable infinitud de los tiempos sin tiempo
(8)
. Lo espiritual
crea unidad y establece interconexiones entre las partes y el todo, entre el todo y las partes.
Una especie de hilo conductor y todo un entramado complejo de órdenes diversos. Un todo
orgánico sistémico estructurado en redes, donde la danza entre el orden y el caos es lo que
genera equilibrio y armonía. El universo es relacional, espiritual, relativo, auto organizado.
Un animus que religa a todos los seres vivos.
La espiritualidad en las reflexiones de Andre Comte
(9)
, está conectada a una
potencia, un acto que engloba la totalidad de la vida incluyendo lo desconocido. Es
absolutamente imprescindible vivir la sensación de totalidad, la experiencia de unicidad, sin
la necesidad de la mediación de un Dios, puntualiza el autor. “Se trata de vivir más, de vivir
en lugar de esperar vivir y para eso, hay salir de uno mismo todo lo que se pueda, abrirse a
la vida a lo real, a todo”.
En la perspectiva de Victor Frankl
(10)
“lo espiritual es algo que distingue al hombre
que le corresponde a él y ante todo a él”. Cultivar la espiritualidad es tener una actitud de
permanente apertura ante cualquier realidad, es vivir la trascendencia. Vivir la
espiritualidad en estos momentos de Covid- 19, implica sentir que tienes un propósito de
vida, estar en permanente conexión con el mundo, soltar el control, pensar en el cuidado de
si y en el de los demás, cultivar la solidaridad y el respeto, la esperanza, la voluntad de
vivir en armonía y en coherencia entre lo que se piensa, se cree y se dice. Tener fe en uno
mismo, en los otros/as y en una fuerza superior que nos sostiene y mantiene. Desde
nuestros espacios de aislamiento social, el cultivo de lo espiritual nos coloca cara a cara
con nuestra finitud y con la necesidad de afrontar con valentía nuestros egos y la realidad
que hoy nos confronta.
Toda esta apretada síntesis obliga aclarar lo referente a la espiritualidad y la
religión. Es la espiritualidad una experiencia religiosa o una experiencia a través de la
religión? Es lo mismo ser espiritual que religioso? Se puede garantizar que la práctica de
la vida religiosa sea garantía de espiritualidad?
Hay mucha gente religiosa y muy poco espiritual. La religiosidad obliga al ser
humano a seguir, a creer y practicar una normatividad establecida. La religión es un sistema
de creencias y cultos organizados por practicantes. Una religión se vive en comunidad. Es
una organización social jerarquizada. Pertenecer a una religión es estar atado, ligado a
seguir preceptos y prácticas pensadas y diseñadas para lograr el acercamiento a Dios y
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adhesión a una determinada doctrina. La espiritualidad no requiere estar atado a ninguna
religión organizada y jerarquizada. Es algo personal, vivido en la singularidad del ser .La
espiritualidad va más allá de cualquier filiación religiosa. No toda la espiritualidad es
religiosa y no toda la religiosidad es espiritual.
Apostar por la comprensión de la espiritualidad sin estar condicionados a las
estructuras religiosas, es también creer que hay una genuina necesidad en el ser humano de
estar en constante camino de perfección, en búsqueda constante de sentido, un sentido que
se resignifica desde la relación con lo Otro, ese Otro que se sitúa en el centro de la historia
de cada sujeto, porque desde él se entiende o a él se dirige para comprender la existencia y
sus circunstancias.
Palacio
(11)
, afirma que la espiritualidad es, sin s, un asunto constitutivo de la
persona y piénsese como se piense, vívase como se viva. El ser humano está abocado hacia
una realidad trascendental que lo supera en su razón y que impera en su interior.
Para muchos estudiosos/as del tema, una de las grandes dificultades esta en separar
la delgada línea entre espiritualidad y religión. La palabra religión viene del latín (religio)
que procede del verbo religare que significa unir, juntar. Si de lo que se trata, es de
conjugar las necesidades del espíritu con las demandas de la religión; la espiritualidad
queda irremediablemente cooptada.
La espiritualidad es el puente que nos permite comprender la finitud, no es negación
sino la posibilidad de encontrar caminos que permitan llegar a la trascendencia, al sentido
profundo de la existencia.
2.- La salud pública en apuros.
Con la aparición del Covid-19 se ha develado la orientación pragmática,
funcionalista, tecnocrática, ahistórica, descontextualizada, disyuntiva de la salud pública.
La pandemia dejo bien claro los modelos de investigación característicos de la mirada
contagionista, estructural- funcionalista; razón de ser de la epidemiologia clásica donde lo
social pasó a ser algo externo al proceso salud- enfermedad- atención
(12)
. Las condiciones
sociales no se tocan, la culpabilidad es personal- individual. Ocultamiento que busca
siempre culpabilizar a un sujeto responsable dejando de lado las condiciones socio-
estructurales que determinan las situaciones de salud de las colectividades.
El debate en salud publica esta articulado a un contexto global caracterizado este
por toda una serie de contradicciones que se han venido visibilizando desde la década de
los 60, y que han puesto en entre dicho el discurso de la salud pública. La salud pública es
conceptualizada como un conjunto de disciplinas y técnicas. Un sector técnico- político del
estado que utiliza un saber científico. Considerándose a la salud pública como un modelo
medico hegemónico corporativo, que asumió su cientificidad a partir de lo biológico
individual o a partir de una causación lineal.
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Sus aproximaciones metodológicas son ahistórica y asociales, no hay intervención
sobre condiciones estructurales de la salud- enfermedad- atención, orientando sus acciones
al preventivismo en detrimento de la promoción de la salud. Su autonomía ha estado
limitada por determinaciones políticas. En tanto tal, su autonomía es relativa. La única
manera de atender enfermedad- salud- atención, es a partir de la legitimación por medio del
estado y los criterios científico- técnicos. Exclusión de otras posibilidades de atención y
clara subordinación ideológica y técnica. Dentro de este piso epistémico, la enfermedad no
tiene historia y la determinación social no tiene la trascendencia que debe tener. En este
sentido, Foucault
(13)
señala que la medicina ha nacido como ciencia de lo individual. Lo
colectivo es suprimido, borrado como evidencia.
Granda
(14)
, la definió como enfermología pública, sustentada en un modelo
ideológico positivista- estructural funcionalista. Las comunidades son responsables de su
enfermedad evidenciándose una total escisión teoría praxis. Lo que hemos conocido es
una salud pública bajo los presupuestos del discurso de la ciencia moderna en sus
pretensiones de objetividad, verificabilidad, coherencia, sistematicidad y neutralidad. Todo
un Conocimiento cerrado. La salud pública no ha hecho s que intentar definir los
criterios que orientan su ser y su hacer, construyendo aproximaciones con muy poca
sostenibilidad en el tiempo a complejas realidades socio sanitarias. Acciones que hasta este
momento de Covid-19, no han logrado impactar la situación quedando al descubierto sus
grandes vacíos, fracturas y contradicciones.
La salud pública no es neutral y emerge de complejos aparatos ideológicos
hegemónicos. Su base semiótica descansa en dos grandes principios: el dualismo
ontológico y el monismo epistemológico. En el primero, solo existen dos realidades mente-
cuerpo. En el segundo, solo se considera al cuerpo como objeto de alienación ignorándose
toda la complejidad socio estructural de la vida en contexto
(15)
.
A mediados de la década de los 60 se plantea la crisis de la salud pública,
colocándose el énfasis en la crítica al modelo teórico metodológico que limita su
intervención, y opera con las estructuras del poder hegemónico. El análisis estuvo centrado
en la necesidad de incluir la determinación social del proceso salud- enfermedad- atención
como elementos centrales del análisis. Esta nueva perspectiva crítica de la salud pública
convencional surge en Brasil, todo un movimiento ideológico, político, filosófico que ha
venido desde ese momento, construyendo un nuevo paradigma conocido como salud
colectiva.
La salud colectiva es el camino para postular una nueva conciencia. Esta corriente
de pensamiento inspirado en la medicina social europea del siglo XIX, se enfoca en la salud
y la vida. Comprendida la salud como movimiento que revela las características variantes e
invariantes inherentes a los seres humanos como seres históricos, biológicos, culturales y
sociales. Granda
(16)
, dentro de este nuevo enfoque define la salud como Una forma de
andar por la vida”.
Desde esta perspectiva, se conceptualiza la salud-enfermedad- atención como un
“proceso dialéctico y no como una categoría dicotómica”
(17)
. En tanto tal, el proceso
salud-enfermedad- atención se estudia en el contexto social, considerando las
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consecuencias de los cambios en las condiciones sociales, económicas, políticas y
ecológicas en un momento histórico determinado.
La salud colectiva se fundamenta según Granda
(18)
, en los siguientes presupuestos:
Considera la salud como una forma de vivir autónoma y solidaria, consustancial con
la cultura humana, dependiente y condicionante de las relaciones que se establecen
con la naturaleza, la sociedad y el Estado. En este sentido, se piensa en la salud
como la capacidad de romper normas impuestas, y construir nuevas normas según
las exigencias de adaptación al cambiante mundo.
Interpreta que el tiempo y el espacio aparecen imbricados en la acción humana. Por
el contrario, la salud pública convencional mira el futuro con una concepción
lineal. En la salud colectiva se tiene el convencimiento que la construcción del
futuro será posible mediante la acción que se desarrolla en el presente, en el aquí y
ahora.
Amplia los horizontes de la salud, al referirse a la necesidad de mirar a la salud
poblacional en su realidad histórica, en su matriz contextual, en su fundamentación
vital y no solo como enfermedad.
Considera a la estructura socio económica como determinante del proceso salud-
enfermedad- atención tanto a nivel individual como colectivo.
El mundo en que se mueve la salud colectiva, es un mundo que está en lo dado y en lo
dándose. Un nuevo camino- método que se enfrenta a la mirada positivista al incorporar
otras categorías de análisis como mediación; para comprender interpretar unas relaciones
de producción socio históricas. Una salud colectiva que se nutre del mundo simbólico para
dar cuenta de lo uno y lo diverso, donde se parte de las necesidades sentidas desde las
propias comunidades, desde los territorios sociales, desde el dialogo de saberes, en fin,
desde una mirada holo ecológica.
Una salud colectiva donde intervengan múltiples disciplinas, y enfoques teóricos
metodológicos con el propósito de integrar todas las perspectivas en función de la
interpretación y comprensión de los hechos concretos en salud pública. Una salud colectiva
que asuma el desafío de cultivar una lógica de pensamiento en la cual la historicidad de los
eventos que conforman el proceso vital humano; sean el eje que articule y no la nota
marginal e insignificante y donde el centro no sea la enfermedad sino la vida y la salud
superando las huellas preventivistas
(19)
.
Construir una salud colectiva desde las complejidades, implica reconocer las dialécticas
particulares de las partes y el todo como unidad compleja. La propuesta es por una
ontología más integradora que reconozca en el ser, una realidad compleja donde lo
espiritual también cuenta.
Dentro de este nuevo paradigma, encontramos toda una pléyade de investigadores/as,
pensadores/as filósofos/as quienes desde diferentes territorios sociales; han contribuido con
su pensamiento y producción científica, a darle consistencia al piso epistémico de la salud
colectiva. Juan César García (Ecuador), Mario Testa (Argentina), María Isabel Rodríguez
(Salvador), Miguel Márquez (Cuba), Edmundo Granda (Ecuador), Naomar Almeida,
Jairnilson Silva Paim, (Brasil), Gustavo Molina (Chile), Quillermo Ferguson (Colombia),
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Jaime Breilh (Ecuador) Madel Luz (Brasil), Saúl Franco (Colombia) Jose León
(Venezuela), Oscar Feo ( Venezuela), Cristina Laurell (México), Giovanni Berlinger
(Italia), Carolina Tetelboin (México), Leticia Artiles (Cuba) Hugo Mercer ( Argentina)
entre muchos otros/as quienes han contribuido a conformar un pensamiento crítico
alternativo. Un nuevo pensamiento y una nueva práctica acorde con las necesidades de
salud de las poblaciones. Su eje gira en torno a la sostenibilidad de la vida en equidad y
justicia social.
En 1984, se funda la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES). Esta
asociación se define como un movimiento social, político y académico en función de
desarrollar un nuevo pensamiento en la Salud Publica orientada a promover la
determinación social de la salud-enfermedad- atención. Una nueva mirada que incorpora a
las ciencias sociales al campo de la salud colectiva, con nuevos abordajes teórico-
conceptuales que tomen distancia del reduccionismo positivista de la salud publica
tradicional.
Recordamos a uno de los grandes pensadores de la salud colectiva Juan Samaja
(20)
,
quien apuesta por una pluralidad de las subjetividades integradas, familiares, comunitarias,
sociales, políticas. En otras palabras, apuesta por el rescate de la subjetividad como piso
epistémico fundamental para contrarrestar los postulados de la salud publica lógico
positivista. El punto de partida para el autor, es la reproducción social espacio desde donde
se pueden interpretar y comprender los procesos de cambio, innovación y autonomía. La
problemática de la salud es consustancial con las condiciones concretas de la vida y estas
condiciones forman parte de la reproducción social y sus circunstancias”
Breilh
(21)
, en sus investigaciones dentro de la salud colectiva, incorpora lo local como
ámbito privilegiado para el pensamiento, la práctica y el dialogo de saberes. Invita a
comprender la salud desde la vida misma y no solo desde el cálculo del riesgo. Nos anima a
transformar nuestra acción para ir más allá de la salud pública convencional. Transformar la
investigación en un ámbito de prácticas abiertas a nuevas propuestas, ello ha sido su
entrega militante.
En la visión de Castellanos
(22)
, la salud colectiva busca “reproducir los seres humanos
en tanto integrantes de poblaciones, involucra reproducir sus formas de conciencia, de
conducta y sus relaciones económicas”. Una intuye que hablar de formas de conciencia
involucra creencias, prácticas de vida y existencia. Una salud colectiva que mire al ser
humano en sus diversos planos y complejidades, una hermeneusis que se tome en
consideración al ser y sus circunstancias.
Hoy, el Covid-19 nos hace volcar la mirada hacia la salud colectiva como política
pública de salud a fin de orientar las políticas de salud en todo el planeta, en función de
concretar equidad y justicia social frente al fracaso de la salud pública convencional para
enfrentar la pandemia que hoy tiene al planeta en aislamiento entre otros desafíos.
3.- Ciencia- espiritualidad y salud.
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La vinculación ciencia- espiritualidad- salud, se ha convertido en un tema de estudio e
investigación dentro del campo de la medicina cuántica también conocida como medicina
integrativa. En 1902 ya William James en la universidad de Harvard, comenzó a defender
prácticas y terapias espirituales de sanación generando un gran revuelo dentro del mundo
académico. A lo largo de la historia de la humanidad, la espiritualidad estuvo asociada a la
búsqueda de equilibrio para restablecer la salud perdida. Recordamos como la modernidad
separo el conocimiento científico de todo lo relacionado con lo espiritual. Uno de los
campos donde la espiritualidad se ha desplegado con fuerza en estos momentos de Covid-
19 es en el sector salud, apareciendo un centenar de recetas, recomendaciones, ejercicios,
investigaciones, terapias y pare de contar…….
Toniol
(23)
, señala que asumir una actitud espiritual ayuda a la recuperación de la salud.
La espiritualidad en tanto dimensión que le otorga sentido a la experiencia de vivir; se ha
convertido en un aspecto fundamental para encarar la enfermedad y la muerte; formando
parte de la capacidad de simbolización del ser humano para transformar, cambiar,
comprender desde la fuerza espiritual, las contingencias s grandes que tenemos que
afrontar los humano/as.
Hoy se habla de Programación Neurolingüística, de Psiconeuroinmunología, de
Psiconeuroendocrinología, de Neurociencia, de Medicina Cuántica, de Bio-
decodificación, de Campos mórficos, y de un sinfín de prácticas terapéuticas que trabajan
con el poder del pensamiento y la fuerza de la espiritualidad para lograr equilibrar los
campos energéticos y enfrentar con otras armas, los desequilibrios orgánicos.
Investigaciones en el campo de la neurociencia, han servido para evidenciar la interrelación
entre el cerebro y el cuerpo. Cualquier pensamiento o sentimiento percibido en el cerebro
tiene efectos en la presión arterial, frecuencia cardiaca, aumento de las defensas o
disminución de las mismas. Con prácticas de meditación y gracias a toda una red neuronal
se activa la memoria espiritual generando equilibrio y sanación. Beauregard y Paquette
(24)
, Koenig
(25)
, Jurkowski, Kurlanska y Ramos
(26)
, Flannelly y Galek
(27)
, Mc Clain,
Rosenfeld
(28)
, Comings
(29)
, Suarez
(30)
y Díaz
(31)
, por razones de espacio es imposible
reseñarlos a todos.
Todo un interesante aire oxigenador del modelo medico hegemónico, abriendo
horizontes para el respeto a las creencias y de esta manera; humanizar el saber y la práctica
médica. Han aparecido nuevas carreras como la Neuroteologia donde se estudia la
neurología del sentimiento religioso y la espiritualidad. Sin embargo, el modelo bio-
medico aun goza de muy buena salud. Las escuelas formadoras de médicos/as,
enfermeras/os, siguen girando en torno a una formación cartesiana, lógico positivista donde
la espiritualidad continua satanizada y castigada duramente por el llamado saber docto.
Hoy podemos conocer interesantes experiencias donde la complementariedad
terapéutica, está evidenciando transformaciones ontológicas, teleológicas, axiológicas y
epistémicas frente al tratamiento de enfermedades crónicas como el ncer, stress,
hipertensión, diabetes, trastornos cardiovasculares, sistema inmune, y un largo etc.
Mediante la práctica de la meditación, la respiración, la visualización, el yoga, el chi kung,
el tai chi, el biomagnetismo, la acupuntura, la musicoterapia, cristaloterapia, el reiky,
imposición de manos etc, se han puesto en práctica un sinfín de estrategias de
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afrontamiento ante la enfermedad y la muerte con una mejor respuesta no solo inmune, sino
desde la fuerza del espíritu para conectar mente, cuerpo, contexto, espíritu, cultura, en los
procesos sanadores.
Investigaciones dentro del campo de las neuro ciencias, han determinado que
cultivar la espiritualidad está asociada con mejor salud y calidad de vida
(32)
. Las
neurociencias intentan explicar cómo el funcionamiento de los millones de células
nerviosas del cerebro, afectan la conducta humana las cuales se ven afectadas por factores
epigenéticos.
Joe Dispenza
(33)
, investiga sobre los efectos de la meditación, y los vínculos entre
ciencia y espiritualidad, estudia el cerebro y como este produce sentimientos y emociones
gracias a lo que se piensa. El pensamiento enciende alarmas. Bruce Lipton
(34)
, revoluciona
el mundo científico cuando afirma la importancia de la percepción y como esa energía se
transmite a las células, estableciéndose programas que mueven emociones positivas o
negativas y sus efectos en la salud. Señala que no podemos seguir pensando que somos
víctimas de los genes, `podemos controlarlos a partir de la fuerza energética de la mente
subconsciente.
En este sentido, tenemos en nuestras manos el poder de controlar nuestras
emociones y de esta forma la enfermedad. La mente controla la biología. En estos
momentos de tanto miedo producido por el Covid-19, Lipton
(34)
nos anima a enviar
pensamientos positivos a nuestra carga genética para fracturar el miedo y no permitir que
baje nuestro sistema inmune entre otros desajustes. Cuando activamos el miedo y el stress,
estamos operando el subconsciente y desde allí, movemos cargas energéticas que cambian
nuestra química liberando hormonas las cuales inhiben el sistema inmune, abriéndole la
puerta al coronavirus por ejemplo. La mente lee el entorno, el cerebro lo traduce y el
espíritu lo procesa. La mente controla la biología.
Para Deepak Chopra
(35)
, el cuerpo humano posee su propia auto regulación. La
mayoría de las enfermedades tienen que ver con la interpretación que hacemos a diario de
la vida y sus contingencias. Somos creadores de nuestras enfermedades, solo un 5% de
nuestras dolencias son genéticas el resto depende de nuestros pensamientos y de factores
epigeneticos.
Joan Borysenko
(36)
, desde la Facultad de Medicina de Harvard, investiga el
significado y las dimensiones espirituales de la vida como parte integral de la salud y la
curación. Trabaja con neurotransmisores y la influencia que ejercen en los procesos
sanadores. Hace hincapié en la fuerza de la mente en los procesos curativos.
Benson
(37)
, en la Universidad de Harvard ha venido investigando el poder de la
meditación, la oración y la relajación en la sanación de los pacientes. Observo los cambios
que se producen en el cerebro cuando se medita específicamente en los neurotransmisores
con la liberación de dopamina.
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En Venezuela, las investigaciones de Marianela Castes
(38)
en el campo de la
Psiconeuroinmunologia, demostraron altas correlaciones entre bienestar espiritual y calidad
de vida especialmente en paciente con cáncer; aumentando su sobre vida y la disminución
de los efectos colaterales de la quimioterapia. Toda una aventura inmunológica a través de
visualizaciones guiadas entre otras técnicas como la relajación, la regresión, el Qi Gong, y
una dieta adecuada.
Finalmente, la psicología transpersonal nos está hablando de tres aspectos sicos a
ser considerados: el científico, el filosófico y el espiritual o místico. Esta nueva psicología
atiende las necesidades espirituales de los seres humanos, validando, integrando y
estudiando experiencias místicas y los fenómenos trascendentes. Su propósito no ha sido
otro que contribuir al logro de la conciencia de unidad, no hay ninguna separación entre
cuerpo- mente- espíritu pulverizándose por completo el pensamiento cartesiano.
Hoy se habla de inteligencia espiritual
(39)
, como la posibilidad de adquirir una
mirada, una postura, una reflexión distinta que permita al ser humano trascender a un plano
superior hacia la unión con el todo y el UNO. Estamos hablando de realidades inmateriales
que nos impulsan a buscar otro tipo de conexiones. Nos referimos a la inteligencia
espiritual como una de las dimensiones de la calidad de vida. Los autores en referencia,
precisan que existe el punto DIOS” del cerebro, que nos permite la conexión, la
trascendencia, un grado elevado de autoconocimiento y capacidad para enfrentar la
adversidad. La inteligencia espiritual es una poderosa herramienta que posibilita trascender
nuestra propia realidad partiendo siempre desde el auto-conocimiento.
Dentro de las inteligencias múltiples Gardner
(40)
, señala que la octava inteligencia
es la espiritual y la define como la capacidad para situarse a mismo con respecto al
cosmos, y ver con otra perspectiva la realidad de las cosas. Otros investigadores la definen
como lo más profundo del ser humano en su eterna búsqueda de sentido y realización
personal
(41, 42, 43)
.
En 1988, la Organización Mundial de la Salud (OMS), incorpora dentro su agenda
el tema: Espiritualidad y Salud. Un gran avance en el discurso y en la conceptualización
que ha hecho el organismo sobre la salud. De lo que se trata, es de incorporar en el
diagnóstico y la terapéutica diferentes aspectos de la espiritualidad de los pacientes.
Para la OMS
(44)
, la calidad de vida se verá fortalecida por una mirada
multidimensional donde el paciente sea abordado desde sus creencias espirituales,
religiosas o culturales y se le respeten sus posturas y decisiones. De esta manera, la OMS
integra a la espiritualidad como una cuarta dimensión en el concepto de salud,
requiriéndose nuevas posturas ideológicas, gnoseológicas, teleológicas, de lo que significa
la espiritualidad dentro de la compleja trama que encierra la salud-enfermedad-atención.
Sin lugar a dudas, las escuelas de medicina están en la obligación de incorporar en sus
mallas curriculares aspectos relacionados con la espiritualidad comprometiéndose a:
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Concientizar acerca de la existencia del plano espiritual, religioso y cultural como
factores de gran importancia en el proceso terapéutico.
Respetar las creencias de los pacientes, como un derecho.
Se conoce que 70 de las 126 escuelas de medicina en EEUU, tienen cursos electivos
sobre espiritualidad y salud
(45)
. En Brasil existe la Universidad Internacional de las
Ciencias del Espíritu, reúne a gran cantidad de profesionales de la salud que hacen
investigación sobre ciencia y espiritualidad. Uno de los más interesantes estudios están
referidos a la glándula pineal considerada como la sede del alma, apertura de la conciencia
y la elevación del espíritu o el chacra de la clarividencia en la cosmogonía Hinduista.
Sin lugar a dudas, la espiritualidad ejerce una poderosa influencia en la recuperación
y conservación de la salud, a partir de una profunda comprensión sobre el significado de la
vida y el poder de conexión con las fuerzas del espíritu en los procesos sanadores; desde la
perspectiva de la medicina cuántica. Estamos en estos tiempos de pandemia mundial, frente
a una gran demanda y necesidad de lo trascendente de la mano con las explicaciones de la
medicina alopática y los revolucionarios hallazgos de la medicina integrativa. Una
necesaria simbiosis.
Reflexiones para encontrar el camino de regreso a casa.
La pandemia es algo que nos llegó de sorpresa, y que ha puesto al descubierto la fragilidad
humana, nuestras limitaciones, nuestra vulnerabilidad. Nos ha enfrentado a la muerte, a
nuestras finitudes, a nuestras necesidades reales y más sentidas prioridades. Nos ha puesto
frente a recuperar el cuidado de si y el de los demás en salud, piedad ante el dolor
humano, solidaridad, y la necesidad de cultivar la entrega y el servicio. Dejo el
descubierto la ineficiencia de las políticas de salud y las profundas contradicciones en el
saber y la práctica dica. Además de colocar sobre el tapete, las falencias de organismos
internacionales como la OMS.
Todo el planeta tuvo que entrar en confinamiento y en profunda reflexión espiritual. El
aislamiento como forma de protección para reducir los contagios, ha impactado nuestra
salud mental de una u otra forma. La gran cantidad de información y exposición mediática
aunado al quiebre de las economías, hacen muy compleja la situación.
Hoy, se ha hecho necesario y obligatorio el auto cuidado de si, totalmente olvidado por la
salud pública como consecuencia de unas representaciones colectivas marcadas por las
lógicas de la modernidad. Un cuidado de sí que obliga a mirar a los otros/as como camino
para ir al encuentro del auto cuidado espiritual. Cuidar el cuerpo físico es esencial para
cuidar la conciencia y el espíritu. Si somos mente-cuerpo-espíritu tenemos que trabajar la
conciencia en su exterioridad y en su interioridad como un todo religado. Camino-meta
para el regreso a casa.
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