Revista Salud y Bienestar Colectivo ISSN 0719-8736
2020, Vol. 4, N.º 2
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acción, y ha echado por tierra, una vez más, el pregonado y pretendido dominio de
la naturaleza por parte de la especie y la civilización humana”
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.
Pero, es que ¿alguien puede sorprenderse del colapso de un sistema de salud
privatizado que no contaba con suficientes respiradores para atender el cúmulo de
emergencias en la pandemia?, ¿es que acaso nos extraña que no tuviesen respiradores
porque tenerlos y no estar usándolos no era rentable, ni eficiente?, es que ¿nos sorprende
la guerra por los tapabocas y respiradores?, es que ¿de verdad creemos que lo errático de
las medidas tomadas, no sólo en Chile, no tiene nada que ver con intereses comerciales no
tan ocultos? ¿Acaso no lo vimos venir cuando recibimos la alarma dos meses antes desde
el otro lado del mundo con suficiente tiempo para prepararnos?. Como destaca Ramonet,
“Los gritos de agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en las
Unidades de Cuidados Intensivos condenan para largo tiempo a los fanáticos de las
privatizaciones, de los recortes y de las políticas austeritarias”. Condenan a los supuestos
sorprendidos ante una pandemia que fuera avisada hasta el cansancio por múltiples
instancias. Todos sabían que iba a ocurrir pero estaban distraídos contando las ganancias e
ignoraron las advertencias
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.
Hablando de sorpresas, la revuelta de octubre 2019 en Chile, a la que preferimos
llamar estallido popular por tener todas las características de un proceso progresivo de
acumulación de fuerzas, de emergencia y maduración de las condiciones de posibilidad
para el desarrollo de una crisis, hacia la posible producción de nuevos modelos
civilizatorios, de un cambio radical en las lógicas de relacionamiento en la sociedad
chilena y “nuestroamericana”. No es un evento puntual, no es un hecho sorpresivo ni
sorprendente, sino que formaría parte (como hito), de un proceso continuo de lucha
popular, de reivindicación de un modo de vida marcado por la justicia , el respeto y la
solidaridad, frente a la colonización imperialista que hemos sufrido por casi seiscientos
años en esta impostura de Modernidad que se nos ha impuesto, con la pretensión de
aniquilar modos alternativos, algunos de ellos ancestrales, que rebrotan permanentemente,
retando al capitalismo salvaje, en una primavera indetenible, en la que lamentamos la
pérdida de muchas flores. Que el estallido ¿sorpresivo? ocurra en Chile, ícono del
neoliberalismo a nivel mundial, dilecto hijo de la Escuela de Chicago, resulta
particularmente significativo, pues, aún y cuando, y para hablar sólo de nuestro sub-
continente, se han producido eventos parecidos y más o menos contemporáneos en
Colombia, Ecuador, y en menor intensidad y con menor difusión, en Argentina y Brasil;
cuando el “Modelo chileno”, basado en la ilusión del consumo y desarrollo infinitos, en el
Estado y ciudadano mínimos, Chile se nos presentaba blindado, de una solidez
incuestionable. Este es el escenario en el cual, simultáneamente con el resto del mundo, el
Covid19 llega a Chile con sus secuelas propiamente sanitarias y “las otras”, encarnadas en
la cuarentena y el aislamiento social impuestos; esto, que podría interpretarse como un
auxilio providencial para un “modelo chileno” que parecía caerse a pedazos; una
conveniente dosis de anestesia para un pueblo en ebullición que milagrosamente es
devuelto a sus casas con sus protestas, sus piedras y su entusiasmo dejando por el
momento en paz al modelo. Bendito Covid19.