Revista Salud y Bienestar Colectivo ISSN 0719-8736
Ene-Abr 2020, Vol. 4, N.º 1, p. 10-23
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Políticas Públicas, Bienestar Colectivo y fallas del Síndrome de Estocolmo en Chile.
Public Policies, Collective Welfare and Stockholm Syndrome Failures in Chile.
Pedro Villasana López
Académico Investigador Departamento de Salud Universidad de los Lagos. Chile.
pedro.villasana@ulagos.cl
https://orcid.org/0000-0001-8713-8202
Alex Véliz Burgos
Académico Investigador Departamento de Ciencias Sociales. Universidad de los Lagos.
Chile. alex.veliz@ulagos.cl
https://orcid.org/0000-0003-1371-9041
Recibido: 08.10.2019
Aceptado: 20.12.2019
Publicado: 10.01.2020
Cómo citar este artículo: Villasana, P. y Véliz, A. Políticas Públicas, Bienestar Colectivo y
fallas del Síndrome de Estocolmo en Chile. Salud y Bienestar Colectivo. 2020; 4(1): 10-23.
Resumen
Este trabajo intenta una aproximación crítico hermenéutica a la noción de bienestar
colectivo prevalente en el Chile del 2019, utilizando como analizador los criterios
diagnósticos generalmente aceptados para el Síndrome de Estocolmo, entendido éste como
condición necesaria para la implantación de Políticas Públicas neoliberales y, el
sostenimiento pacífico de la desigualdad, en una relación y vínculo positivo de aceptación e
identificación víctima-victimario, que pareció caracterizar el estado de equilibrio y
tranquilidad social de Chile hasta octubre de 2019, en el marco del modelo de sociedad de
mercado establecido en la Constitución de 1980, un cuasi estudio de caso. Tomamos como
referencia el discurso de instancias de gobierno y organismos nacionales e internacionales
expresada en medios de comunicación, acerca de los acontecimientos que se inician en
octubre 2019, y que se encuentran en pleno desarrollo. La contrastación logra evidenciar lo
que puede interpretarse como fallas sorpresivas en el comportamiento clínico colectivo
respecto a la noción de bienestar, entendido como éxito-consumo-conformidad, propio del
modelo neoliberal, fundado en el individualismo y la competencia de mercado; y que
mostrarían en el discurso colectivo de octubre 2019, algunas condiciones de posibilidad
para la emergencia o re-emergencia de modelos alternos de sociedad y relacionamiento
caracterizados por el bien común y los Derechos Sociales, con un bienestar identificándose
progresivamente en el imaginario colectivo como, justicia social, equidad e igualdad.
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Palabras Clave: Neoliberalismo, Políticas Públicas, Desigualdad, Bienestar Colectivo,
Síndrome de Estocolmo.
Public Policies, Collective Welfare and Stockholm Syndrome Failures in Chile.
Abstrac
This work attempts a critical- hermeneutic approach to the notion of collective well-being
prevalent in Chile in 2019, using as an analyzer the generally accepted diagnostic criteria
for Stockholm Syndrome, understood as a necessary condition for the implementation of
neoliberal public policies and, the peaceful support of inequality, in a positive relationship
and link of acceptance and victim-victim identification, which seemed to characterize the
state of equilibrium and tranquility Chile until October 2019, within the framework of the
market society model established in the 1980 Constitution, a quasi-case study. We refer to
the discourse of national and international government bodies expressed in the media, on
the events that begin in October 2019, and which are in full development. The contrast
succeeds in demonstrating what can be interpreted as surprise failures in collective
clinical behavior regarding the notion of well-being, understood as success-consumption-
conformity, typical of the neoliberal model, based on individualism and market
competition; and which would show in the collective discourse of October 2019,some
conditions of possibility for the emergence or re-emergence of alternative models of society
and relationship; characterized by the common good and social rights, with a well-being
gradually identifying in the collective imagination as, social justice, equity and equality.
Keywords: Neoliberalism, Public Policy, Inequality, Collective Welfare, Stockholm
Syndrome.
Introducción.
Fundamentación de la analogía
La revisión sistemática llevada a cabo por Rizo-Martínez
(1)
, dibuja con bastante claridad el
contexto de generación del término “Síndrome de Estocolmo”, recogiendo los “muchos
intentos de interpretar, caracterizar y describir este término”, en un escenario de múltiples
aprobaciones y cuestionamientos a la validez del mismo, o a su posibilidad de ser
considerado como entidad nosológica, o de reunir criterios suficientes para ser considerado
un síndrome; dado que los manuales internacionales de clasificación de trastornos
psicopatológicos, el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE de la
Organización Mundial de la Salud, no lo incluyen, y muchos investigadores incluso lo
califican de mito. No obstante, reseña también la opinión de autores que lo defenderían
como “un término que, como teoría, ayuda a dar sentido a hechos, (…) predecir de alguna
manera el comportamiento futuro”, relevando su valor en “… el descubrimiento de formas
de mejorar ciertas situaciones”. Así también destaca que en relación a la psicodinámica
subyacente al síndrome de Estocolmo, se han propuesto entre otras denominaciones, los
términos de “síndrome de identificación de supervivencia”, “síndrome de sentido común”,
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en el que la víctima necesita seguridad, protección y esperanza, y en su procura llegaría a
ignorar el lado negativo del abusador, “adoptar su cosmovisión y su racionalización, con las
cuales llegaría a identificarse” y de ser necesario asumir su defensa, no limitándose a casos
individuales, sino también caracterizando reacciones colectivas o grupales; siendo
considerado por otros como “una respuesta universal a una amenaza ineludible para la
supervivencia”, puntualizando que “las estructuras sociales son más estables si hay
aceptación de la jerarquía”.
Es en esta dimensión colectiva en la cual tomamos prestado el término “utilizado por Nils
Bejerot para describir un fenómeno paradójico de vinculación afectiva entre los rehenes y
sus captores en el transcurso de un asalto a un banco en Estocolmo” (1); El síndrome de
Estocolmo como fenómeno paradójico, en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo
hacia su captor como respuesta al trauma del cautiverio, lo cual ha sido observado en
diferentes casos, tales como secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia de pareja,
miembros de cultos, actos terroristas, prisioneros de guerra, etc. “En el proceso de la
identificación con el agresor comprende a la forma anómala en la que la víctima cae en un
estado de confusión, en consecuencia (...) la víctima internaliza los deseos del agresor como
propios”
(2, 3)
. Es a este comportamiento paradójico que haremos referencia, a su papel en
la socio dinamia, y a su valor explicativo, tanto en los frágiles equilibrios como en las crisis
del modelo económico neoliberal en Chile.
El Síndrome de Estocolmo colectivo como soporte del Neoliberalismo.
La aparente “paz social” reinante en algunos países confiados al cuidado cívico-militar”
desde los 70, junto a la complicidad de las oligarquías gobernantes en otros, pavimenta el
camino del neoliberalismo hasta finales de los 90
(4)
, mediante el mecanismo de la Reforma
del Estado, con Programas de ajuste en algunos casos, o la imposición del modelo de
Mercado por la fuerza, en otros. Los diversos “métodos” utilizados, por gobiernos civiles o
dictaduras cívico militares, producirán también diversos niveles de “éxito” en cuanto a la
implantación-aceptación del neoliberalismo; desde la resistencia y explosiones sociales,
como el llamado Caracazo de 1989 en Venezuela, hasta la aparente aceptación social del
modelo como en Colombia, Perú, México o Chile. Demostrando por la vía de hecho la
mayor efectividad de la represión, tortura y otros métodos coercitivos para la aplicación de
la receta por equipos cívico-militares, en comparación con las experiencias intentadas en el
marco de gobiernos civiles, siendo los indicadores macroeconómicos y la tranquilidad
social de Chile el ejemplo emblemático, al punto que el presidente Sebastián Piñera aseguró
que Chile es "un verdadero oasis" dentro de una "América Latina convulsionada" en
materia política.”
(5)
.
Sin embargo, desde su inicio, los Programas de ajuste comienzan a generar resultados
¿indeseables? para el Modelo; en lugar del Bienestar/Éxito/Consumo para toda la Sociedad
que promete el neoliberalismo; el aumento de los índices de pobreza en la mayoría de los
países, la disminución de la inversión social y las responsabilidades del Estado, así como el
florecimiento de monopolios y oligopolios depredadores de los recursos de los países
objeto de los Programas de Reforma, a la par de la precarización y flexibilización del
empleo, se va a presentar de manera más o menos regular en todos los casos,
manteniéndose, a pesar de esto, la paz social (¿tranquilidad, equilibrio y conformidad?) que
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mencionamos antes, configurando un cuadro clínico en el sujeto colectivo que se asemeja
mucho a nuestro síndrome.
López propone la posible existencia de un Síndrome de Estocolmo Social, donde “un grupo
poblacional sometido a carencias de manera crónica carencias alimentarias, carencias de
seguridad, de libertad, puede terminar aceptando e inclusive alabando a los generadores de
dicho maltrato”
(6)
. Este concepto ayudaría a comprender cómo en el marco del modelo
neoliberal se valida el concepto “...paradoja de Chile, en la cual los chilenos (y chilenas)
están simultáneamente felices y molestos; integrados y a la vez apocalípticos; adaptados y
al mismo tiempo disconformes”
(7)
; un intento por explicar cómo es que, de acuerdo con el
Informe del Centro de Estudios Políticos (CEP), “en 2015, 82 por ciento de los chilenos
afirmó estar satisfecho o muy satisfecho con su vida en general, (...) 20 puntos por encima
de lo que declaraban en 1995”
(8)
; al mismo tiempo que ¿paradójicamente? más del 80 por
ciento de los chilenos declara estar muy preocupado acerca de cómo pagar la educación,
salud, vivienda, y tener una pensión digna al momento de jubilarse
(8)
. Esto parece una
salida fácil y conveniente para dejar sin explicación el fenómeno, desechando e
invisibilizando su perfecta sintonía con los “resultados esperados” para el modelo de
desarrollo neoliberal en marcha, que requiere de esta “tranquilidad” aparente para florecer
en “paz”. Sobre este punto volveremos más adelante.
En un escenario en el cual el 66% de los hogares (dos de cada tres) manifiestan tener
deudas
(9)
, con un número de 4.449.163 en calidad de morosos, perteneciendo al grupo de
edad más productivo, entre 25 y 59 años, el 80,26% del total de deudores morosos, dato que
al cruzarlo con el Censo 2017, nos arroja que el 51,3% de esta población total de Chile son
deudores morosos; revelando serios inconvenientes con el consumo, la deuda y el crédito
(10, 11)
En este sentido:
“El concepto individual puede ser redibujado para el contexto social como:
Conjunto de reacciones de aprobación por parte de la masa poblacional hacia
dirigencias oficiales y opositoras cómplices con miras a obtener una disminución
del empeoramiento de las condiciones de deprivación de necesidades básicas y
sociales o simplemente para que la tortura se haga rutinaria y tolerable.”
(6)
Veamos.
Aproximación al cuadro clínico desde algunos criterios de diagnóstico.
Individualismo, supervivencia, complicidad, desigualdad y conformismo:
La sintomatología individual caracterizada por insomnio, pesadillas, irritabilidad general,
dificultad para concentrarse, facilidad para sobresaltarse, sensaciones de irrealidad o de
confusión, incapacidad para el disfrute, aumento de desconfianza de los demás...”, tendría
un correlato social de iguales características, donde la atomización de la Sociedad, la
desaparición progresiva del sentido de comunidad y ciudadanía, el aislamiento y el
ruego por la supervivencia serían lo más destacado, sin dejar atrás el insomnio colectivo, la
inestabilidad emocional, la incapacidad social para el disfrute...”
(6)
, siendo algunos de estos
aspectos típicos y hasta deseables (como dispositivo de control) en la cultura de
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competencia individualista que el neoliberalismo promueve. En un espacio de Mercado
sálvese el que pueda, y casi siempre sin regulaciones sobre el cómo pueda, dada la ausencia
del Estado. El estudio ya citado del CEP señala que:
“…las creencias de los chilenos sobre las causas de la pobreza y la riqueza se
inclinan hacia un mayor individualismo, porque consideran que variables
asociadas al esfuerzo como la iniciativa y el trabajo duro son las razones
más importantes para explicar los resultados económicos; en desmedro de las
circunstancias y de la ayuda del Estado. Estas creencias se han mantenido
estables en la población desde 1990…”
(8)
.
En esta lógica, el Bienestar/Éxito/Consumo depende del esfuerzo individual, y el hecho de
fracasar en su logro es un problema individual que debe superarse con “la iniciativa y el
trabajo duro”, transmutando este sentido de Bienestar en efectivo dispositivo de Control y
Gobernanza. La idea de un Contrato Social, así como cualquier noción asociada a Derechos
Sociales, Bien Común, lo público, o algún papel del Estado en el logro del Bienestar para
las/los ciudadanos, resulta un sin-sentido en este contexto. Esto ayudaría a responder la
pregunta: ¿cuál es la noción de bienestar que sustentaría o ayudaría a comprender, ¿cómo
es que un deudor moroso podría afirmar “estar satisfecho o muy satisfecho con su vida en
general”?
(11)
. Lo que podría también interpretarse como satisfacción con el
Sistema/Modelo (la vida en general) y a la vez reconocimiento de su fracaso para lograr el
éxito; un problema personal. Es la misma línea argumental que justifica la grosera
desigualdad, donde según datos de CEPAL el 1% de la población usufructúa del 25% de los
ingresos de la nación, un fenómeno que no es nuevo en Chile, y que pareciera no resultarle
incómodo al ciudadano, pues forma parte de su vida en general, con la cual está satisfecho.
Como prisioneros de la deuda y el consumo, no se preguntan por otros posibles sentidos del
Bienestar, y parecen sentirse muy cómodos y conformes en su celda. Mantener a la
población en nuestro síndrome de Estocolmo colectivo se configura como el dispositivo
más efectivo a los fines que persigue el modelo neoliberal, y parece estar funcionando. Es
así como:
“No se construye Bienestar sino el “No Malestar”; el Bienestar se define desde
el malestar, ¿indicador indirecto? No Malestar que deriva socialmente en no
molestar: no Bienestar sin hacerse problema por ello. No molestar, no pensar
en el Bienestar como asunto político y, garantizar “la paz social”, la ansiada
Gobernanza. El Bienestar globalizado se hace irreal, utópico, inalcanzable en el
infinito. El consuelo es el No Malestar materializado en cosas, en tanto
podamos pagarlo”
(4)
.
Brunner, citado por González, afirma que “la gente desea seguir mejorando sus
condiciones de vida y de su familia pero más rápido. Quiere ‘más de lo mismo’ pero
en un menor tiempo, de manera de, así, satisfacer sus expectativas. Está dispuesta a
trabajar duro, incluso a endeudarse.” (8) Insistimos, la gente parece estar muy conforme
con el Modelo, individualista y fundado en la desigualdad, y en la práctica defiende y
sostiene los intereses del mismo.
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El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) describe el fenómeno de
la desigualdad en los siguientes términos:
“Los buenos indicadores socioeconómicos esconden sin embargo una realidad
menos auspiciosa: en Chile los frutos y las oportunidades del progreso no
alcanzan a todos por igual, (...) la desigualdad socioeconómica en Chile no se
limita a aspectos como el ingreso, el acceso al capital o el empleo, sino que
abarca además los campos de la educación, el poder político y el respeto y
dignidad con que son tratadas las personas. Esto afecta en mayor grado a las
mujeres, la población rural y de las regiones retrasadas, los pueblos originarios,
y a personas de diversas minorías”
(12)
.
La naturalización de esta situación, aparentemente inexorable, perfecciona la identificación
cómplice con los propósitos del victimario, y obliga la pregunta: en esta similitud limítrofe
con el Síndrome de Estocolmo, ¿quién es el victimario? Veamos.
Confusión, superposición y difuminación de los roles:
La figura o rol de victimario no parece detentarla plenamente el Estado, Gobierno, o la
clase política o económica hegemónica, a pesar de ser brazo ejecutor; sino que, más bien se
identificaría al Modelo Neoliberal como victimario, que pareciera cobrar personalidad
propia en esta relación patológica de “armonía” con el sujeto colectivo, la víctima, que lo
justifica y defiende, garantizando el clima de tranquilidad y paz. Esto resulta problemático,
y merece ser mejor estudiado como fenómeno, pues en una primera aproximación, se
estarían identificando las carencias alimentarias, de seguridad, de libertad y otras
privaciones, con el Modelo, personalizándolo, y justificando el fracaso en lograr el éxito en
el marco de sus reglas de juego (que las víctimas asumen como propias), al tiempo que se
difumina y despersonaliza a los grupos económicos, nacionales y transnacionales, que lo
imponen tras bambalinas, dificultando la posibilidad de interlocución o negociación, sin
rostros visibles; situación en la cual la responsabilidad no es del Modelo, el fracaso es
personal. De acuerdo con el PNUD:
“Un rasgo central de la desigualdad en el país es la concentración de ingreso y
riqueza en el 1% más rico. Es una dimensión que no mide la encuesta Casen,
puesto que las encuestas de hogares subestiman o no logran registrar los
ingresos de la población más acomodada. Para su medición se usan los
registros tributarios, y para Chile estos datos muestran que el 33% del ingreso
que genera la economía chilena lo capta el 1% más rico de la población. A su
vez, el 19,5% del ingreso lo capta el 0,1% más rico
(12)
.
Gabriel Salazar lo describe en estos términos:
“El modelo neoliberal impuesto por Pinochet ha producido un gran desarrollo
transaccional y consumista, pero este desarrollo solo ha disfrazado al pueblo
mestizo con un barniz consumista que no ha alterado en nada su marginalidad
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crónica, su ausencia de identificación profunda con la cultura occidental que
tanto ama la oligarquía chilena y su honda rabia por haber sido por siglos un
sujeto sin integración total a la sociedad moderna”
(13)
.
La desigualdad estructural, naturalizada en esta relación patológica de víctima colectiva con
un victimario difuso, superpuesto; en general fortalece la confusión como característica.
Sea quien sea el operador del dispositivo, daría lugar para interpretar que la evolución del
paciente colectivo es la esperada en el marco de nuestro síndrome, y mantener el efectivo
protocolo de tratamiento instaurado: “más de lo mismo”, esto está funcionando muy bien,
compatibilizando con nuestro diagnóstico de síndrome de Estocolmo colectivo. Sin
embargo.
Algunas anomalías en la evolución del síndrome. ¿Exceso de confianza?
El 18 de octubre del 2019 nuestro paciente/víctima/rehén amanece presentando algunas
anomalías en el comportamiento y evolución del síndrome que le habíamos adjudicado
como diagnóstico, esto no es normal. En un “estallido social” (¿o de felicidad?), la
transgresión de las normas y condiciones aceptadas dócilmente hasta el momento, que se
inicia con la evasión generalizada (no pago) de los pasajes en el metro de Santiago
aumentados de precio el día anterior, deviene en una seguidilla de acontecimientos
anómalos, dada su condición diagnóstica, propagándose rápidamente a todo el organismo
(movilizaciones multitudinarias en las principales ciudades del país). Cuatro días después,
previa declaración de guerra, estado de emergencia, toque de queda y uso de la fuerza
militar, sin lograr estabilizar al paciente; en declaración pública el presidente Sebastián
Piñera expresa:
“Frente a las legítimas necesidades y demandas sociales de la ciudadanía,
hemos recibido con humildad y claridad el mensaje que los chilenos nos han
entregado. Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas
décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer
esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esta falta de
visión (...) cuando creíamos tener todas las respuestas, de pronto nos cambiaron
todas las preguntas”
(14)
.
El mismo presidente Sebastián Piñera que pocos días atrás (09 de octubre 2019),
manifestaba con beneplácito a la prensa internacional: “En medio de esta América Latina
convulsionada veamos a Chile, es un verdadero oasis, con una democracia estable, el país
está creciendo…”
(5)
.
Con genuina transparencia, la evolución del paciente pareciera haber
tomado por sorpresa a los responsables de su cuidado; la favorable evolución (según la
perspectiva) observada hasta ese momento pudo haber alimentado un exceso de confianza
en la condición sindromática, ¿error de cálculo? Al creer tener todas las respuestas, todo
bajo control, no vieron venir las preguntas, cambiadas, pero no nuevas, sino que “se
acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos
capaces de reconocer en toda su magnitud”. Situación advertida hasta la saciedad por
organismos como CEPAL y el PNUD, así como por numerosas encuestas y estudios de
opinión durante tanto tiempo. Resulta poco creíble la desinformación como excusa. Nuestro
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síndrome parece fallar en su evolución “natural”, o el diagnóstico fue errado, y eso
explicaría la sorpresa ante la tórpida evolución en curso.
¿Nos cambiaron, o no quisimos escuchar las preguntas?
El esfuerzo sostenido y concertado durante décadas por naturalizar, disimular o esconder el
malestar e inconformidad social frente a la desigualdad estructural del modelo neoliberal,
quizás ha facilitado que víctima y victimario caminaran de la mano por la cornisa de una
aparente armonía. Sin embargo, el reclamo por la desigualdad emerge desde el olvido como
una de las filtraciones más insidiosas que el dispositivo de control nos muestra, emerge
como manifestación de una crisis de confianza en nuestro dispositivo y el consuelo de No
Malestar/consumo discriminatorio que ofrece. Crisis de confianza en el sistema y sus
instituciones, y la sensación generalizada de exclusión, inseguridad, incertidumbre y
malestar que parecen gritarnos ese 80% de preocupados que mencionamos antes,
aparentemente insatisfechos, porque nuestro dispositivo con su ilusión de consumo, conjura
el aburrimiento, pero deja intactos sus problemas cotidianos luego de experimentarlo;
dejando malestar frente al vacío de respuestas
(11)
.
El reyezuelo está desnudo; y siempre lo estuvo. Pareciera que el Pueblo nuevamente corre
vestido de dignidad por las anchas alamedas, despojado del “barniz consumista”, ilusión de
consumo y bienestar que le impusieran por tanto tiempo; con el tricolor de los derechos,
justicia e igualdad en alto, mientras el reyezuelo corre a esconderse tras una colcha de
retazos representada por gatopardianas medidas de contención social que son anunciadas.
Eso ayudaría a comprender (mas no compartir ni justificar), la destrucción de la
materialidad de aquella cultura consumista fallida que, “reapareció el weekend pasado,
como una apoteosis del consumismo (robo y saqueo de mercancías) y a la vez como
sabotaje violento contra el sistema que los excluye (destrucción e incendio de
supermercados y shopping centers, símbolos de ese sistema)”
(13)
. El Informe CEP (antes
citado) señala que,           
electoral, sostuvo que la enorme desigualdad en Chile es el motivo principal del enojo; un
enojo que se manifiesta, ad
(8)
. Así y, muy a
pesar de que en el mismo informe algunos autores rebaten, relativizan, y desestiman a la
desigualdad como determinante del Malestar, una buena parte del 80% endeudado,
preocupado y molesto parece estar en las calles. Nuestro dispositivo parece fallar, no
exclusivamente en Chile, si tenemos presente lo ocurrido en Ecuador, Colombia, Argentina,
y las más de veinte semanas de protesta de los indignados “chalecos amarillos” en la
Europa del 2019, y no hacemos la fácil invocación del fantasma comunista
(11)
. Las fallas
de nuestro síndrome parecen confirmar: por una parte, el error diagnóstico que ocasionó
que no lo viéramos venir, y por otra la hipótesis del exceso de confianza o prepotencia.
Además de cambiarnos las preguntas, contaron con cierta complicidad al no querer
escucharlas. De acuerdo con López, Tanto el rehén o la víctima social o dupla gobierno-
colaboracionismo, como generadores de la situación, persiguen la meta de salir ilesos o lo
menos destruidos posible, del incidente, ambos, por ello cooperan”
(6)
.
Pero … no todo está dicho.
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“…Primero recurrieron a la represión, hablaron de “guerra”, Pero era
mucho pueblo en la calle muchos jóvenes, muchos ... especularon con el
previsible cansancio de los manifestantes. Volvieron a equivocarse, éstos
sumaron música, ingenio, arte y más ganas de cambio y siguieron en las calles.
Entonces esgrimieron el caos, los saqueos ... el argumento que le permitía al
gobierno hablar de paz y seguridad ... ellos eligieron confundir y atribuir los
saqueos a los manifestantes. Pero también les fracasó cuando más de un millón
de personas recorrieron pacíficamente Santiago e insistieron en sus demandas.
Había que hacer algo para detener las protestas que ponían en riesgo el propio
sistema de poder
(15)
.
La vieja táctica del garrote y la zanahoria vuelve a mostrar su utilidad, pues, ante la
incapacidad de contener y compensar con el garrote a nuestro paciente en crisis (el llamado
“estallido social”), el presidente Piñera “admitió que las demandas en las calles “eran justas
y legítimas”. Y preparó el escenario donde en los salones parlamentarios - se gestó el
“Acuerdo por la paz social y una nueva constitución”. La zanahoria, hasta ahora
innombrable, es aparentemente cedida por la manada de gatopardos “… todos,
conservadores, liberales, socialistas, democristianos, radicales , acordaron que lo mejor
era conceder algo que no implique “retroceso o pérdidas” al sistema que integran , con
control de daños incluido
(15)
. El eco del grito Constituyente resuena con casi cincuenta
años de presencia invisibilizada, pero eso sí, “para que no se note”, maquillado como
Convención, que conjure la muy peligrosa denominación direccionada, según algunos
voceros, desde el Foro de Sao Paulo: Asamblea Constituyente; una zanahoria envenenada,
con suficientes mecanismos de respaldo para que nada cambie. Los intermediarios o
parlamentarios confeccionaron este traje a la medida (acuerdo) entre gallos y media noche,
clandestinamente y fuera de la vista, se aseguraron de desviar las demandas y las luchas
populares. Con la fe puesta en que “… de aquí puede nacer una relación emocional de las
víctimas por agradecimiento con los que toman las decisiones que les permiten contar la
historia”
(6)
. Sí y sólo sí la historia natural del Síndrome sigue el curso previsto.
La convocatoria a un plebiscito, para consultar lo que desde mucho ante del 18 de octubre
de 2019 gritan cientos de miles en las calles (pero que algunos no escuchan, o lo atribuyen a
alienígenas), pareciera buscar un efecto de anestesia; en el cual emblemáticos sectores no
confían, y llaman insistentemente a votar por el no, a pesar de las sanciones impuestas por
el SERVEL (Servicio Electoral) al excandidato presidencial José Antonio Kast
(16)
. La
campaña por el rechazo, el NO, hasta ahora se ha centrado en la defensa de la libertad, la
igualdad de oportunidades y la propiedad privada (valores fundamentales del liberalismo
clásico), que de acuerdo a esta tendencia se verían amenazadas por una nueva constitución;
esto, sin mencionar, convenientemente, las privatizaciones amañadas, los derechos de agua
a perpetuidad, y otros tantos “detalles” que contradicen esta defensa, pero que no son el
tema de este trabajo. Estas consignas evocan y reverdecen la larga guerra fría contra el
comunismo y su Estado interventor y totalitario. En el fondo se argumenta por el
sostenimiento de cierta “seguridad jurídica”, anticipando los nefastos efectos que en los
aterrorizados inversionistas provocaría una larga incertidumbre de dos o más años, mientras
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se establecen nuevas reglas de juego y la economía del país se viene abajo, desapareciendo
el empleo y la riqueza nacional. Todo esto con el correlato de dudosos movimientos
financieros y vaivenes de las bolsas de valores, como corresponde a toda profecía
autocumplida. Estas medidas de terapia intensiva para que nuestro paciente colectivo
regrese al cauce natural de su síndrome, y deje de recordar los servicios y recursos naturales
privatizados, salud, educación, los derechos de agua, etc.; que re-naturalice y celebre a las
Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), sus astronómicas ganancias con el dinero
que obligatoriamente le deben entregar las personas, y las pensiones de miseria que
transmutan la hora de la jubilación en una amenaza de pobreza segura, que te “invita” a
trabajar hasta el día de tu muerte. Pero estos irrelevantes, aunque impresentables detalles,
muy probablemente no coparán la discusión en los medios de información, que tienen muy
clara$ sus simpatía$. Es muy difícil discutir bajo amenaza. Esa es la terapia intensiva
propuesta, especulación, amenaza y terror.
Pero, el otro equipo también juega “… es necesario confiar en el instinto humano, social y
comunitario de una ciudadanía despierta y deliberante
(13)
. Ciudadanía que luego de ser
mantenida tantos años en el banco de suplentes, ha saltado con ímpetu a la cancha,
dispuesta a ganarse la titularidad a fuerza de goles. El conveniente “entretiempo” de
febrero, en el dilatado y programado tránsito al plebiscito de abril, nos muestra un paciente
que de manera porfiada se reúne en miles de espacios. En calles y plazas, siguen las
movilizaciones, continúan los cabildos abiertos y reuniones en barrios y sindicatos para
debatir propuestas y aportes para una nueva constitución que incorpore las
reivindicaciones políticas, sociales y económicas que reclama una mayoría social”
(15)
. Las
fallas del síndrome son cada vez más evidentes.
Pero … ¿Acaso hay otras alternativas terapéuticas?
A riesgo de aparecer como reformistas, sin ánimo de simplificar, se puede sostener que la
confrontación que se está planteando, y de la forma que se plantea, evidenciando y
profundizando contradicciones de clase, no es la única salida posible, ni la mejor. Veamos:
Otra lectura a las afirmaciones de Brunner, citado por González, al destacar que “la gente
desea seguir mejorando sus condiciones de vida y de su familia pero más rápido.
Quiere ‘más de lo mismo’ pero en un menor tiempo, de manera de, así, satisfacer sus
expectativas. Está dispuesta a trabajar duro, incluso a endeudarse”
(8)
; podemos coincidir
en que, pareciera que buena parte de la gente parece estar muy conforme con el Modelo y
algunos de los efectos que ha tenido en su calidad y forma de vida, sin dejar de reconocer
su carácter individualista y fundado en la desigualdad; y en la práctica defiende y sostiene
los intereses del mismo. Esto ayuda a entender los contradictorios, y equivocadamente
denominados paradójicos, resultados de las encuestas. No debemos “despacharlos” a la
rápida, y tratar de invisibilizarlos como anomalías o expresiones alienígenas. En dichos
resultados podemos leer, si nos permitimos ampliar nuestra mirada, buena parte, tanto del
problema, como de posibles respuestas y soluciones al mismo, entre las cuales deberíamos
considerar la superación de esta impostura de liberalismo que vivimos.
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Es posible que “la gente quiera más de lo mismo”; liberalismo; pero liberalismo genuino,
con libertad, y verdadera igualdad de oportunidades, y con un Estado que se ocupe de
garantizarlas
(17)
. Un Estado que impulse una racionalización del modelo, comenzando por
corregir no sólo las desigualdades actuales, sino, sobre todo, las prácticas y mecanismos
perversos que las han generado y las siguen generando. Más liberalismo en la
racionalización de los márgenes de ganancias del empresariado, que podrían traducirse en
mejor calidad de vida para la población, para toda; en la reversión, sólo como ejemplo, de
los llamados “derechos de agua”, o concesiones como la del litio, que son contrarios a la
igualdad de oportunidades y la sana competencia que el Liberalismo defiende. No se trata
sólo de eliminar la desigualdad como efecto; sino de corregir las desigualdades que
parecieran haberla generado. Más liberalismo que nos lleve a, no sólo parecer, sino ser un
país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE);
comparables en rentabilidad y márgenes de ganancia, impuestos, seguridad laboral; como
Alemania o Australia Reivindicar el Liberalismo frente a la tentación colonialista; de
forma y fondo transparente y responsable; sin parapetarnos detrás del discurso anti-
comunista para defender groseros privilegios, o del discurso anti-capitalista sin proponer
soluciones viables. Tal y como se acordó en San Pedro Sula, Honduras, en septiembre
2019, en el Foro de Competencia de América Latina y el Caribe de la OCDE, del cual Chile
forma parte y, que “reúne a funcionarios de competencia de alto nivel cada año para
promover el diálogo, la creación de consenso y la creación de redes entre los encargados de
formular políticas y los encargados de hacer cumplir la ley en la región”
(18)
. Se refiere a
competencia, sana competencia, con igualdad de oportunidades, con un Estado garante,
legitimado por una relación digna y respetuosa entre ciudadanos. Los interlocutores
legítimos deben salir de sus trincheras, pero no para seguir aterrorizándose mutuamente
(19,
20)
. Todas y todos necesitamos, debemos y podemos ampliar nuestra mirada. Es posible
que los resultados que constituyen la “paradoja de Chile” tengan otras lecturas, que otros
significados del Bienestar, y otras Políticas Públicas sean posibles. La Constituyente,
Convención o Asamblea, es una oportunidad, no una amenaza.
Balance y perspectivas.
En términos clínicos, destacamos el aparente error diagnóstico, evidenciado en la evolución
tórpida del paciente colectivo, pues, aunque algunos de los reportes clínicos (cifras y
encuestas) lo caracterizan disfrutando de un oasis, otros signos y síntomas, calificados
rápidamente como paradójicos, o como ataques terroristas inducidos; reclaman una revisión
más exhaustiva, despojada del aparente exceso de confianza, por parte de las instancias
responsables del tratamiento. Los resultados de los esfuerzos terapéuticos actualmente en
desarrollo frente a la crisis (estallido social), son inciertos, con un paciente “despierto y
deliberante”, que mira, piensa, respira y recorre las anchas alamedas, no necesariamente
con violencia.
Por otra parte, la contrastación que hemos intentado logra evidenciar lo que puede
interpretarse como fallas sorpresivas en el comportamiento clínico colectivo respecto a la
noción de bienestar, entendido como éxito-consumo-conformidad, dispositivo propio del
modelo neoliberal, fundado en el individualismo y la competencia de mercado; y que
mostrarían en el discurso colectivo de octubre 2019, algunas condiciones de posibilidad
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para la emergencia o re-emergencia de modelos alternos de sociedad y relacionamiento
caracterizados por el bien común y los Derechos Sociales, con un bienestar identificándose
progresivamente en el imaginario colectivo como, justicia social, equidad e igualdad, que,
frente al terrorismo mediático que defiende los privilegios, la desigualdad e injusticia
llamándolas seguridad jurídica; va constituyendo horizontes de esperanza.
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