Revista Salud y Bienestar Colectivo
Mayo-Agosto, 2021. Vol 5, Nº 3 ISSN 0719-8736
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social de las desigualdades en los proceso salud-enfermedad-atención-muerte” resaltando
que estos procesos se llevan a cabo de manera diferenciada y jerarquizaciones sociales que
definen el acceso, la calidad de los servicios de salud, la violencia estructural, las
condiciones de vida y otros procesos que inciden sobre la enfermedad, la salud y la muerte.
En este sentido el Territorio de la salud de México en términos del primer informe del 2019
estaba constituido por 22, 656 unidades en instituciones del sector público, 1,395 unidades
de hospitalización, 89, 852 camas censables, 235, 835 médicos del sector público de salud,
326,989 enfermeras para una población según el último censo del INEGI del 2020 de 126,
014, 024 habitantes, con una edad mediana de 29 años siendo el Estado de México la
entidad más poblada con 16, 992, 418 habitantes y la Ciudad de México con 9.2 millones
de personas y el 73.5 por ciento con afiliación a algún servicio de salud pública(35).
Pese a los principios de atención universal existen grupos sociales en desventaja que
presentan mayor vulnerabilidad de enfermar y morir que fue evidente en a mayor
marginación municipal, así como en personas indígenas que radican en la parte sur del país,
asociados con las mayores tasas de pobreza y desigualdad socioeconómica, con menores
accesos a atención médica y acceso a la atención de complicaciones, sumado a las
dificultades culturales y lingüísticas al recibir tratos discriminatorios(36-37). Las
vulnerabilidades de la población cambian de lugar a lugar y no siguen un patrón territorial
homogéneo, por lo que los indicadores nacionales son sólo referentes ya que los procesos
locales particulares requieren de intervenciones ad hoc a las características de cada lugar.
Es en esta lógica que se decidió la programación de la vacunación bajo un enfoque primario
de mayor vulnerabilidad por lo que desde el 24 de diciembre 2020 se inició con la
población adulta mayor que reside en zonas rurales dispersas y progresivamente en las
áreas metropolitanas(38).
Otro nudo crítico a considerar en la dinámica del territorio de la salud se encuentra en la
“movilidad”, siguiendo a Gutiérrez(39), se entiende por movilidad una práctica social de
viaje en la que se ponen en juego deseos y necesidades de desplazamiento (o
requerimientos de movilidad) y capacidades de satisfacerlos. Paradójicamente la movilidad
se constituyó un determinante de riesgo para adquirir la enfermedad y en quienes estaban
enfermos y buscaban atención, la movilidad se convirtió en “trayectorias de peregrinación”
en la búsqueda de espacios de atención. Estas “rutas al bienestar” como señala Gutiérrez(39)
muestran que los traslados y sus costos en tiempo y dinero son factores que intensifican las
inequidades en la distribución de los servicios de salud aún en áreas metropolitanas.
La “lógica sectorial” que organizan a las políticas públicas en salud, está regida por el
principio de especialización; su dinámica intra e inter organizacional está dominada por la
legitimidad que le confiere la legalidad de las normas; y, por último, la importancia que
adquiere el conocimiento científico-técnico en sus sistemas de justificación. La “lógica
territorial”, por otra parte, se sostiene en la horizontalidad de las relaciones entre los
actores, en la particularidad de sus intereses y perspectivas. Ambas lógicas, “sectorial” y
“territorial” tensionan en la implementación de las políticas ya no por problemas o
imprevisiones de su diseño, sino por lo naturaleza misma de los procesos que tienen lugar
con la territorialización de las políticas. Asumir esta tensión en el análisis de la política