Revista Salud y Bienestar Colectivo
Mayo-Agosto, 2021. Vol 5, Nº 3 ISSN 0719-8736
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psiquiatría, de la disciplina psiquiátrica en el siglo XIX, algo que abordó en su Historia
de la locura (1961). Lo que hizo posible su aparición, los cambios conceptuales, fue “un
juego de relaciones entre la hospitalización, la internación, las condiciones y los
procedimientos de la exclusión social, las reglas de la jurisprudencia, las normas del
trabajo industrial y de la moral burguesa […] todo un conjunto que caracteriza […] la
formación de sus enunciados”(23). Pero esta práctica no solo aparece en los textos que
tienen estatuto y pretensión científica, sino también en textos jurídicos, en expresiones
literarias, en reflexiones filosóficas, en decisiones políticas, en frases cotidianas, en
opiniones.
Foucault da como ejemplo de esto el caso de la aparición de la disciplina
psiquiátrica en los inicios del siglo XIX. Lo que hizo posible los cambios conceptuales
fue el juego de relaciones entre la hospitalización, la internación, los procedimientos de
exclusión social, la jurisprudencia, la moral burguesa, las normas del trabajo. Todos
estos elementos son trabajados con detenimiento por el filósofo. Dicho de otra forma, lo
que caracteriza a la práctica discursiva conocida como ‘disciplina psiquiátrica’ no sólo
aparece en los textos que tienen un estatuto científico, sino también en los textos
jurídicos, en las expresiones literarias, en reflexiones filosóficas, en decisiones políticas,
en las opiniones populares, etc(24).
Además, no existía ninguna disciplina previa o precedente a partir de la cual se
habría desarrollado la disciplina psiquiátrica. En la época clásica no existía una
disciplina autónoma, y aunque esa práctica discursiva se hallaba incluida en la
medicina, también se hallaba en los reglamentos administrativos, en textos literarios o
filosóficos, pero no se corresponde con ninguna disciplina definida que se pueda
comparar a la medicina.
En conclusión, el objeto de la arqueología, el saber, no es simplemente la
contrapartida de una disciplina institucionalizada.
2) Ante la pregunta de si el saber -las formaciones discursivas, el discurso-,
pueden ser el esbozo de ciencias futuras, la respuesta es igualmente negativa. Lo que se
ha conocido como la Historia natural, nunca encerró lo que podría valer como el esbozo
de una ciencia de la vida, no fue el proyecto de una historia de la vida. Al contrario, su
disposición -de acuerdo al análisis del autor- excluía la posibilidad de pensar el
concepto decimonónico de vida. En el mismo sentido, la formación discursiva que fue
descrita como la Gramática general, tampoco da cuenta de lo que pudo decirse en la
época clásica sobre el lenguaje, y cuya herencia podría encontrarse, después en la
filología. Dice Foucault: “Las formaciones discursivas no son las ciencias futuras en el
momento en que, inconscientes todavía de sí mismas, se constituyen sigilosamente: no
se hallan, de hecho, en un estado de subordinación teleológica en relación con la
ortogénesis de las ciencias”(25).
3) El saber no sólo se encuentra en una relación lógica de precedencia respecto de
la ciencia, sino que tampoco constituye una alternativa. Foucault encuentra aquí lo que
denomina como un contraejemplo. A partir de considerar que la medicina, ciertamente,
no es una ciencia, como saber ha dado lugar a discursos que deben ser considerados
como ciencia, por ejemplo, la anatomía patológica. La medicina, esta no-ciencia no es
exclusiva de la ciencia, durante el siglo XIX ha establecido relaciones definidas entre
ciencias perfectamente constituidas, como la fisiología, la química o la microbiología. Y
más aún, ha dado lugar a discursos como el de anatomía patológica, al que no se le
puede dar el título de falsa ciencia(26).
En definitiva, la conclusión parece clara: “No se pueden, pues, identificar las