Revista Salud y Bienestar Colectivo
Mayo-Agosto, 2021. Vol 5, Nº 2 ISSN 0719-8736
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EL COLEGIO COMO LUGAR DE SANACIÓN SOCIAL: una reflexión en tiempos
del Covid-19
The school as a place of Social Healing: a reflection in times of Covid-19
Adrián Sánchez García
adriansanchez94@hotmail.com
Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Educación, Campus
Duques de Soria”. Universidad de Valladolid, España
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-0294-0018
Lidia Álava Redal
lidiaalareda@gmail.com
Seminario de Investigación sobre Hermenéutica Analógica. Facultad de Educación,
Campus Duques de Soria”. Universidad de Valladolid, España
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-6898-6457
Recibido: 21.03.2021
Revisado: 15.04.2021
Aceptado: 21.04.2021
Cómo citar este artículo: Sánchez, A. y Álava, L. El colegio como lugar de Sanación
Social: una reflexión en tiempos del Covid-19. Salud y Bienestar Colectivo. 2021; 5 (2):
80-93.
Resumen
Con el presente artículo pretendemos ahondar en lo que se puede denominar como una
concepción y visión sanadora de la sociedad desde el ámbito que como maestros nos ocupa,
que es el educativo. Para ello, tomamos como referencia la más reciente literatura científica
relativa al docente y a la didáctica como elementos curativos en potencia y la relacionamos
con los colegios como espacios donde se produce el proceso de enseñanza-aprendizaje. Así,
unimos las reflexiones previas sobre esta temática con aquellas surgidas en España durante
los meses de pandemia, ya que nuestra forma de vida ha cambiado considerablemente y hay
aspectos que deben visibilizarse en las aulas. A lo largo del texto ponemos también el foco
en los futuros docentes, es decir, en los alumnos que se están formando para ser maestros y
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que, a lo largo de su formación, dedicarán tiempo a las prácticas pedagógicas en centros
educativos. Estos alumnos que se encuentran realizando el prácticum son el futuro de la
educación, por lo que es fundamental que vayan desarrollando determinadas competencias
docentes y que lleguen a amar el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de un
aprendizaje lúcido y lúdico.
Palabras Clave: Escuela, Bienestar Social, Educación, Práctica pedagógica, Docente.
Abstract
With this article we aim to delve into what can be called as a healing conception and vision
of society from the field that we are dealing with as teachers, which is the educational. For
this, we take as a reference the most recent scientific literature related to teaching and
didactics as potential curative elements and we relate it to the schools like places where this
teaching-learning process occurs. Thus, we join the previous reflections on this issue with
those that emerged in Spain during the months of the pandemic, since our way of life has
changed considerably and there are aspects that must be visible in the classroom.
Throughout the text, we also focus on future teachers, that is, students who are being
trained to be teachers and who, throughout their training, will spend time on their practices
in educational centers. These students who are doing the practicum are the future of
education, so it is essential that they develop certain teaching skills and that they come to
love teaching-learning process through ludic and lucid learning.
Keywords: School, Social Welfare, Education, Teaching Practice, Teachers.
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1. Introducción: la sanación social en el ámbito educativo
El cuidado de otros miembros de la comunidad educativa es fácilmente observable en el día
a a de un colegio, como es el caso de los docentes que interactuamos en las aulas con los
alumnos, ciudadanos del futuro que realmente lo son ya del presente. Es más, educar
implica “el cuidado de las relaciones humanas, ponerse en el lugar de la otra persona y
acompañarla hacia el aprendizaje
”(1)
.
Esta labor de atención se ve acentuada al proporcionar al alumnado herramientas con las
que favorecer su autocuidado y promover un estado de armoa y bienestar, a nivel sico y
mental, con el que puedan establecer relaciones positivas con las personas y con el entorno.
De ahí la necesidad de que los docentes seamos los sanadores sociales con los que los
alumnos cuentan en el ámbito educativo, y que seamos quienes incentiven este autocuidado
y bienestar social año tras año, lo que repercute en la mejora de la salud colectiva
(2,3)
.
Así, nuestras acciones como maestros se van modificando y adaptando conforme los
alumnos avanzan en el sistema educativo, haciendo hincapié en diversos temas en
consonancia con su desarrollo personal a nivel físico, afectivo, social y cognitivo, además
de centrarse en otros que se mantienen constantes, como el fomento de la actividad física
(2)
.
Esta promoción de la salud desde el ámbito educativo debe estar presente en todo proceso
de sanación social, entendido como la mejora y el fortalecimiento de la sociedad a través de
la prevención y el alivio individual de diferentes males y enfermedades educativas y
culturales presentes en nuestra sociedad, tales como la crueldad, el sentimiento de fracaso,
la ansiedad, la infoxicación, la pérdida de raíces, la falta de confianza en uno mismo, el
analfabetismo o la violencia, como veremos más adelante. Ahora bien, necesita también de
otros elementos como la ecología, el feminismo, la prudencia o la atención (tanto a los
demás como a nosotros mismos); en definitiva, supone el desarrollo de “una sociedad más
armónica que no pierda de vista todas las necesidades básicas de los seres humanos para su
realización personal”
(4)
. Es decir, el sistema educativo es un activo más de la sociedad para
lograr una sanación como comunidad, una sanación que nos permita avanzar en la
búsqueda de un bienestar global que siempre comienza por el bienestar personal,
contribuyendo así al bienestar comunitario.
Consideramos que todo lo anterior tiene una vital importancia y debe ser desarrollado, más
aún en tiempos del Covid-19 donde alumnos y profesores estamos haciendo un esfuerzo
extra para gestionar la situación, así como las emociones, con el fin de seguir
relacionándonos de manera positiva.
En este sentido, nuestro propósito es seguir desarrollando la concepción de la sanación
social en el ámbito educativo, centrándonos en los tiempos y espacios escolares y en la
función del docente en este proceso de sanación, armoa y bienestar. Para ello, nos
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basamos en el limitado conocimiento actual sobre la temática, una visión reciente e
innovadora que está en proceso de desarrollo y visibilización.
Terminamos esta introducción con unas palabras de Bona
(1)
que encontramos certeras: Si
temas como la salud en la cual incluyo también la emocional, la filosoa que
comprende, obviamente, fomentar el pensamiento crítico o el arte en el que se incluye la
música siguen teniendo un peso ridículo en las escuelas, algo va mal”.
2. El colegio como lugar de sanación social
El docente, la didáctica, los procesos de enseñanza-aprendizaje y el resto de componentes
que tienen relación con éstos, son elementos curativos en potencia, es decir, promueven la
sanación social. De esta visión, principalmente defendida por Francisco Carrera (pueden
ahondar en el texto de Sánchez García
(5)
que explora su pensamiento pedagógico), nace la
idea de entender el colegio como lugar de sanación social. En este sentido, no nos referimos
al colegio como el edificio en sí, sino como el “establecimiento de enseñanza para niños y
jóvenes”
(6)
que se caracteriza por ser acogedor, seguro, motivador, donde prima el bienestar
y desarrollo integral del alumnado gracias a la colaboración de las familias.
Es primordial tener en cuenta que el docente, y la didáctica que emplea en el aula, buscan la
reflexión, comprensión y participación activa del alumno en su propia formación integral
como persona, que, unida al conocimiento y gestión de sus emociones, promoverá su
bienestar individual hasta llegar a la mejora del bienestar colectivo. Esto es así ya que “El
niño sale muy pronto del mundo estrictamente familiar para adentrarse en campos más
complejos de interacción simbólica”
(7)
, por lo que es conveniente “ser cuidadosos a la hora
de crear las estructuras educativas que habrán de acoger a los niños en su proceso de
maduración y desarrollo social e individual”
(7)
. Retomamos aquí la figura del docente, que
además de desempeñar sus funciones de sanación, debe enseñar al alumnado a reflexionar
sobre mismo, juzgando las acciones propias, y sobre los demás, llegando a ponerse en el
lugar de sus compañeros; de manera que delegue en ellos esta función sanadora y que los
capacite para madurar en pensamiento y sanarse a mismos en espacios externos a la
escuela.
En este sentido, los docentes, como sanadores sociales, debemos acompañar a los alumnos
en el aprendizaje y enseñarles a “escuchar, compartir, sumar, cuidar, incluir, acompañar,
superarse, soñar, crecer o vivir”
(1)
. De hecho, la crisis global que ha generado el Covid-19
nos puede llevar a pensar que hay muchos aspectos, como los que mencionamos en los
siguientes párrafos, que los docentes qui hemos pasado por alto durante años, y que
deberían haber sido tratados en las aulas.
Es el caso de la adaptación a las adversidades. Hasta la aparición de la pandemia, la vida
era un ir y venir continuo donde los cambios, en la mayoría de ocasiones, no eran notables
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ni para los adultos ni para los niños. El gran impacto llegó cuando, de un día para otro,
tuvimos que dejar de lado nuestras ajetreadas vidas y quedarnos en casa. ¿Cómo se le
explica eso a un niño? La respuesta está en aprender de la situación y dedicar un tiempo en
el aula a tratar la manera de afrontar diferentes situaciones y ofrecer a los alumnos
herramientas y estrategias para la gestión emocional, como veremos más adelante. Solo así
estarán preparados, en la medida de lo posible, para asimilar las diferentes circunstancias
que puedan venir o, simplemente, las que estamos experimentando actualmente. Al fin y al
cabo, se trata de desarrollar la resiliencia, es decir, la capacidad para superar situaciones
adversas.
Como consecuencia, otra de las funciones del docente es trabajar tanto para solucionar los
posibles problemas y conflictos de los alumnos, como para sanar sus emociones,
especialmente aquellas vinculadas al miedo, a la angustia, a la ansiedad o a la frustración,
las cuales hemos experimentando todos durante estos meses de pandemia. Esto es necesario
porque sin una buena gestión y regulación emocional es muy difícil que los individuos, en
este caso los niños, sean capaces de relacionarse de manera positiva. Debemos recordar que
No somos átomos, ni tampoco seres autosuficientes, sino relaciones con los demás y con
nosotros mismos
(8)
.
A modo de ejemplo, podemos pensar en un niño que todavía no ha aprendido a identificar y
reconocer sus emociones y, como consecuencia, no es capaz de gestionarlas. Si este niño
entra en conflicto con otro compañero porque ambos quieren un mismo juguete o,
simplemente, porque opinan diferente, es posible que su reacción sea enfadarse, tener una
rabieta, gritar o incluso faltarle el respeto al otro. Si esta misma situación se produce en un
aula donde el docente realiza sus funciones de sanador social, la reacción del niño será muy
diferente. El maestro hab trabajado con ellos las emociones, les habrá enseñado a
identificarlas, a reconocerlas y a gestionarlas, por lo que el alumno será capaz de identificar
su frustración o enfado y pondrá en marcha las estrategias necesarias para gestionar la
situación, como podría ser escribir lo que siente, dedicar unos minutos a relajarse o,
sencillamente, dialogar con el otro compañero. Este ejemplo nos lleva, nuevamente, a la
idea de que el bienestar individual implica la mejora del bienestar comunitario.
Por ello, el colegio, al igual que el resto de espacios formativos, es un lugar de sanación
social. De hecho, tenemos que comprender que todos aquellos problemas que puedan
presentar los alumnos se deben enmarcar en un tiempo y un espacio determinados que, en
este caso, se refieren al tiempo que los alumnos pasan en la escuela y a los espacios que hay
en ella.
Es en estos espacios y tiempos donde los docentes debemos detectar posibles problemas
sociales relacionados, por ejemplo, con el Objetivo 4 de „Educación de calidad‟ de la
Agenda 2030
(9)
en referencia al analfabetismo de la población, llevando a cabo nuestra
función de sanadores sociales y acompañando a los alumnos en sus dificultades para que
alcancen un desarrollo integral y sean capaces de participar en la vida social. ¿mo se
logra todo esto? El primer requisito indispensable es empatizar con los niños, es decir, ver
el mundo como ellos lo ven e intentar comprender lo que ellos sienten. El segundo requisito
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es contar con el apoyo y colaboración de las familias, ya que son las figuras de referencia
para los niños, de manera que si los más pequeños ven que ambas partes trabajamos en la
misma dirección, desarrollan la confianza y seguridad necesarias para avanzar en el
aprendizaje y en la vida en general.
De esta manera, frente a la inseguridad, los docentes debemos generar un clima positivo en
el que demostremos nuestra confianza en las posibilidades de los alumnos y les hagamos
sentirse como individuos capaces de hacer lo que se propongan. El analfabetismo,
lógicamente, también se aborda desde las aulas, donde la sanación social que ofrecemos los
maestros va orientada a enseñar y formar a los alumnos, transmitiéndoles una serie de
conocimientos básicos que les sirvan para la vida. Del mismo modo, algunos tipos de
violencia también se erradican desde la escuela, donde los aprendizajes y las relaciones
están basadas en determinados valores como el respeto, la tolerancia, la igualdad o la
colaboración, entre otros.
En este sentido, la escuela es un espacio en el que entran en juego diferentes elementos
potencialmente sanadores. En ella interaccionamos docentes y discentes y ambos
utilizamos, consciente o inconscientemente, la Hermenéutica Analógica y la phrónesis
didáctico-interpretativa
(10)
. Y es que, por extraño que parezca, la filosoa une a niños y
adultos, puesto que “filosofar es regresar a la esencia misma de ser niño, un sujeto con una
curiosidad innata por todo lo que le rodea”
(1)
.
Sin ahondar en las posibles aplicaciones e interpretaciones que la Hermenéutica Analógica
nos puede brindar acerca del espacio sico utilizado para el hecho pedagógico, volvemos a
defender que este mismo lugar, el colegio, ayuda a la promoción de la salud social tanto
dentro de las aulas como en el resto de espacios.
En España, desde el momento en el que los alumnos pisan el colegio, normalmente en la
etapa de Educación Infantil, se presta especial atención al proceso de conocerse a sí
mismos, y “Conocerse es el primer paso para establecer relaciones con los demás, esto es,
convivir: uno de los grandes objetivos de la educación”
(1)
. De ahí, la importancia de que los
maestros de Educación Infantil ofrezcamos a los alumnos herramientas para aprender a ser
felices y a disfrutar de la infancia, ya que, como expone Bona
(1)
: “Durante estos años se
sientan las bases de nuestra personalidad, de nuestra identidad, se define lo que más
adelante seremos como adultos y adquirimos los principios que determinarán nuestra
conducta individual y social”.
En Educación Primaria cambia totalmente el enfoque y quizá nos centramos más en los
contenidos que marca el currículo y dejamos de lado otros aspectos igual de importantes.
De acuerdo con Bona
(1)
, algunos objetivos de Educación Infantil se podrían integrar en esta
etapa educativa, como: Conseguir que sean autónomos, favorecer su desarrollo físico,
intelectual, afectivo y social, que desarrollen sus capacidades afectivas, enseñarles a que
expresen sus emociones con diferentes lenguajes o a que sepan relacionarse con el mundo.
Ahí es nada”.
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De hecho, al igual que estamos defendiendo el colegio como un lugar de sanación social,
podemos afirmar que los institutos y universidades también lo son, puesto que siguen
siendo espacios donde se pueden prevenir y revertir conductas de riesgo, ya sean físicas o
mentales. En cualquier caso, todos los espacios en los que se lleva a cabo el fenómeno
educativo deben tener una característica indispensable: atraer al alumnado. Es decir, si
queremos que los alumnos disfruten en el colegio, se enamoren del proceso de aprendizaje
y quieran volver a este lugar, tendremos que presentarlo como un espacio donde se
establecen relaciones, se potencia la autonomía y se aprende significativamente, no como
un espacio en el que se limitan a escuchar al docente, a hacer deberes o a luchar por la
mejor nota en el examen.
Además, en los centros educativos también se promociona la cultura, siendo ésta una tabla
de salvación o de sanación para las generaciones que en ellos se encuentran. Consideramos
que este hecho tiene que seguir siendo así, al igual que se debería introducir al alumnado en
el patrimonio, tanto material como inmaterial, incluido el folclore y, especialmente el
folclore musical, como defendemos Sánchez García y Álava Redal
(11)
. Reivindicamos así la
música, el canto y el baile como elementos que ayudan a la sanación social, por lo que
creemos que son de vital importancia en el currículo. En este sentido, Esquirol también
comparte la importancia del canto en relación a la palabra: O bien el susurro de palabras
dulces que cuidan y amaran, o bien el canto de fiesta. Canto que cura y canto que enaltece
la belleza del mundo”
(12)
.
Del mismo modo, es necesario conectar con nuestras raíces y conocer el patrimonio
cultural, lo que nos lleva a pensar en la necesidad de una didáctica del patrimonio y, en
especial, una dictica del folclore que ayude a sanar otro mal que aqueja la sociedad: la
pérdida de unas rces con las que identificarnos debida a fenómenos como la globalización
y la adopción de nuevas costumbres, produciéndose una aculturación cada vez más
importante. Además, conocer y valorar lo propio nos genera la inquietud de ahondar en la
diversidad cultural y lo representativo de otras culturas.
Siguiendo con nuestra visión del colegio como espacio curativo, cabe señalar que en él se
sientan las bases de la ecología, el consumo responsable y sostenible, la educación vial, la
cultura de la paz y la no violencia, los derechos humanos y de la infancia, el feminismo y la
igualdad, así como de una correcta nutrición y una educación afectivo-sexual sana. Por
hacer una mención especial, consideramos que los derechos humanos y la defensa de los
derechos de la infancia deberían acompañar siempre a cualquier otro elemento implicado en
el proceso de enseñanza-aprendizaje. Además, como recoge el Objetivo 5 de „Igualdad de
génerode la Agenda 2030
(13)
, y sirviendo como ejemplo, desde las escuelas se puede y se
debe poner fin a la discriminación, a la violencia de género, así como se debe asegurar la
plena participación de la mujer y la igualdad de oportunidades.
En este punto del texto, queda claramente reflejado que la sanación social se encuentra
íntimamente ligada a los objetivos de la Agenda 2030 y a sus 17 Objetivos de Desarrollo
Sostenible, lo que nos daría para otro texto independiente. En cualquier caso, esta relación
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entre la sanación social y los objetivos de la Agenda 2030 permite prevenir y abordar las
problemáticas que se pueden dar en los colegios, siguiendo las metas que se plantean.
Por su parte, las enfermedades sociales también son visibles en el colegio y se pueden
prevenir en el tiempo y espacio correspondientes, centrando la intervención en aspectos
relacionados con el Objetivo 3 de „Salud y bienestar‟ de la Agenda 2030
(14)
en lo referente a
la salud mental, el consumo de drogas, medicamentos, tabaco, alcohol o, incluso,
tecnología. En definitiva, los tiempos y espacios de la escuela deben ir orientados, además
de a desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje, a trabajar la convivencia, a
acompañar a los alumnos en su crecimiento como personas, a enseñarles los riesgos de
determinadas acciones, a conversar con ellos y a demostrarles que cooperar con los demás
genera beneficios personales y comunitarios.
En ocasiones, frente a este afán por sanar, los docentes, la dictica y el colegio pueden
constituir un inconveniente, lo que nos lleva a pensar que, incluso al intentar mejorar la
sociedad, hemos fracasado. Podemos poner como ejemplo la falta de „cultura general‟ que
posee la población, tal vez debido a que los docentes, así como la escuela en general, no
hemos fomentado lo suficiente el gusto y el interés por la lectura; o bien debido a que en el
aprendizaje siguen teniendo mucho peso los conocimientos enciclopédicos, esos mismos
que se olvidan en cuanto han sido evaluados, promoviendo un aprendizaje memorístico,
unas enseñanzas con las que muchas veces no desarrollan el pensamiento crítico. ¿Qué
queremos decir con esto? Que aunque nuestra visión sea que el colegio favorece la curación
de determinados aspectos de la sociedad, también tiene mucho margen de mejora, y que es
esencial pensar qué ha de incluir ese abanico, que esos contenidos estén conectados entre
ellos y con la vida de los niños”
(1)
, ya que de poco sirve tener muchos conocimientos si
estos no tienen una (o los alumnos no les encuentran) utilidad o practicidad en el día a día.
No podemos dar por finalizado este apartado sin hacer una referencia directa a una
disciplina también ligada a la educación: el Trabajo Social. Se trata de una ciencia que
igualmente comienza a desarrollar el término de „sanación social‟ de una manera similar a
cómo lo hacemos desde el campo de la educación. La visión que ofrece esta disciplina se
basa en la idea de que se necesitan modelos, o formas, o estrategias centradas en el
bienestar pleno e integral del sujeto en todas sus dimensiones mente, cuerpo y espíritu,
pero sobre todo en lo espiritual, donde encuentre el sujeto su propia cura, que le permita
sanar en lo emocional, y en consecuencia obtener el equilibrio y fortaleza para atender todo
lo externo y material, así como su relación con el medio ambiente, con el planeta y la
humanidad
(15)
.
De la misma forma, podemos compartir la idea, estableciendo así un nexo de unión, del
docente y del trabajador social comoun profesional que posea un perfil con amplias
fortalezas tanto científicas como espirituales, que lo lleven a una trascendencia en su
actuación y protagonismo, alejado de los egocentrismos, de posiciones narcisistas o de
autocomplacencia, de victimización o de vanagloriar las migajas de la actuación
profesional; con sólidos principios y valores encaminados hacia la búsqueda de las
premisas reales de la atención o mejor dicho, la sanación
(15)
.
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3. El prácticum en pandemia: El colegio como refugio en tiempos del covid-19.
La crisis global (sanitaria, económica, social, etc.) que ha supuesto la aparición del Covid-
19, ha sacudido nuestra vida y nuestra normalidad, modificando sobremanera el ajetreado
día a día que supoa el devenir del vigésimo año del siglo XXI y obligando a pausar gran
parte de los planes de la población. Podría considerarse que nos encontramos en el ojo de
un huracán que, después de habernos golpeado, nos permite reflexionar sobre la vorágine y
el acaecer humano, incluyendo el ámbito escolar.
En palabras de Francisco Carrera: “En el contexto de la pandemia mundial del Covid-19,
los sistemas educativos de todo el mundo se encontraron con un reto especialmente
difícil
(4)
. A, este curso 2020-2021, en el que la enseñanza en España ha sido presencial,
comencon miedos, dudas y temores, pero a la par iba acompañado de ilusión, esperanza
y esfuerzo por parte de los maestros, el mismo “esfuerzo ímprobo de todos los docentes
para mantener sus acciones dicticas y educativas para con sus discentes logró que, en la
medida de lo posible, el sistema educativo se mantuviera en funcionamiento”
(4)
el curso
pasado.
Siendo optimistas, podemos pensar que el confinamiento y la convivencia con el Covid-19
han supuesto, en la mayoría de los casos, una oportunidad de mejora en nuestras
competencias docentes. Pero, además, este hecho va unido a la visión del colegio como un
refugio en tiempos de pandemia, no por ser un espacio Covid Free‟, sino por las
reflexiones que a continuación exponemos.
En España, el colegio se ha convertido en el lugar donde los diferentes miembros de la
comunidad educativa interactúan a diario, al igual que en otros espacios de trabajo que han
dejado el trabajo online para volver a la presencialidad. Esto se ve acrecentado en el caso
del alumnado que, cumpliendo con las medidas de prevención del Covid-19, tiene
únicamente contacto con sus compañeros de clase en el recinto escolar y no en otros
entornos donde antes era habitual, como pueden ser los parques o domicilios.
Desde la reciente experiencia como tutores universitarios de la asignatura Prácticum II del
Grado en Educación Primaria del Campus „Duques de Soria de la Universidad de
Valladolid, podemos afirmar que esta crisis sanitaria supone también que los alumnos de
las facultades de educación que tienen que realizar sus prácticas pedagógicas en los centros
escolares disfruten en mayor medida de este periodo de su formación. Normalmente, el
prácticum ya es un lapso de tiempo donde los alumnos en prácticas son felices durante el
proceso de enseñanza-aprendizaje, puesto que la vocación y las ganas por aplicar lo
aprendido son notorias. Sin embargo, este año la estancia en los colegios españoles también
ayuda a sobrellevar las diferentes restricciones que han impedido realizar muchas de las
actividades a las que los alumnos estaban acostumbrados y a sobrellevar la fatiga
pandémica. Esto último también es aplicable, como hemos comprobado durante el curso
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2020-2021, a los maestros que nos encontramos en los centros escolares, por lo que
podemos retomar la idea de que el colegio se ha convertido en un refugio en tiempos del
Covid-19, en un lugar de sanación social tanto para alumnos como para docentes.
Por otro lado, el aprendizaje durante el periodo de prácticas de los grados de Educación
Infantil y Educación Primaria puede caracterizarse por ser lúcdico‟, término acuñado por
Francisco Carrera en su Tesis Doctoral, refiriéndose a la armonización de lo lúdico‟ y lo
„lúcido‟, siendo deseable [la] existencia de un estado lúcdico en toda interacción
educativa
(10)
, incluyendo la etapa universitaria.
Entonces, en este periodo de prácticas donde los alumnos disfrutan y hacen un esfuerzo „sin
esfuerzo‟, también desarrollan ciertas competencias docentes a través de una “actitud lúdica
y lúcida por igual, que ilumina y divierte, que divierte iluminando e ilumina divirtiendo”
(10)
.
De hecho, los alumnos en prácticas deben crear, desarrollar y llevar a cabo en el aula
actividades, sesiones y/o unidades didácticas donde ponen en juego su lado creativo e
innovador, pero siempre siendo rigurosos y lógicos en el diseño, fundamentación y
evaluación de dichas propuestas. Aquí se observa claramente el potencial lúdico y lúcido
del periodo de prácticas pedagógicas, un aprendizaje in situ necesario para la formación de
profesionales que amen el proceso de enseñanza-aprendizaje.
El prácticum también busca la reflexión de los científicos de la educación, así como la
interpretación de diferentes situaciones y su autoevaluación, todos ellos elementos que se
deben promover desde el ámbito universitario. De acuerdo con Bona
(1)
: “Se reflexiona no
solo antes de dar un paso, sino después de haberlo hecho”. Esto entronca directamente
también con el lado lúcido y su definición, puesto que es necesario ser “Claro en el
razonamiento, en las expresiones, en el estilo, etc.”
(16)
.
Además, durante el periodo de prácticas los futuros docentes se encuentran en una situación
intermedia entre el profesorado y el alumnado, momento especialmente importante para
todas las personas implicadas en este proceso ya que “Formar a formadores constituye una
labor de una importancia indudable, los futuros formadores han de ser ejemplo viviente de
aquellas actitudes que se consideren más beneficiosas en lo personal y lo social
(7)
.
Unido a ello, volvemos a hacer referencia a la interpretación, con una mención especial a la
Hermenéutica Analógica. Como hemos defendido en otras ocasiones
(17)
, el aula es un texto
que se puede interpretar y, al igual que el alumno interpreta al maestro, el maestro hace lo
mismo con el alumno. Durante la estancia de los alumnos universitarios en el centro
escolar, el docente aprendiz interpreta a su tutor y al alumnado; el tutor interpreta a su
„nuevo alumno‟ como tal, pero también lo hace como compañero y docente en potencia; y
el alumnado comienza a interpretar al nuevo participante en el aula, en principio como un
maestro más guay, quizá por tener una edad más cercana a la suya.
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4. Conclusiones
Cuando comen la pandemia, seguro que la mayoría de nosotros coincidíamos al pensar
que íbamos a salir de ella siendo mejores sociedades, si bien estos pensamientos ya se han
difuminado, pero sirva este artículo como muestra de que siempre se puede buscar y
encontrar un lado positivo.
La llegada de esta crisis global en marzo de 2019 hizo que el mundo entero, se paralizase,
que los adultos, salvo casos excepcionales, dejasen de ir a trabajar, y que los niños no
asistiesen más al colegio. Fue entonces cuando los docentes tuvimos que buscar por todos
los medios la forma de seguir llegando a cada una de las casas, a cada uno de los alumnos,
porque el curso tenía que continuar y nosotros debíamos acompañar a los niños en esta
difícil situación, debíamos sanar en la distancia.
Durante los meses de confinamiento, los maestros nos servíamos básicamente de la
tecnología (correos electrónicos, videollamadas, plataformas virtuales, etc.), ya que era lo
único que nos poa acercar a los alumnos. Además, seguíamos en nuestro afán por
innovar, así que fue una buena oportunidad para terminar de introducir al alumnado en el
mundo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), término que está
evolucionando hacia el de Tecnologías del Aprendizaje y del Conocimiento (TAC).
No obstante, podemos obtener un aprendizaje de todo esto, y es que muchas veces los
maestros nos centramos en innovar y dejamos de lado otros aspectos igual de importantes.
Esto nos lleva a estar de acuerdo con Bona cuando expone que: “A veces asociamos la
innovación con lo tecnológico, y, sin embargo, en muchas ocasiones se acerca más a una
invitación a mirar a lo esencial, a las raíces”
(1)
. Estas raíces bien se pueden referir a lo más
profundo, a los sentimientos y emociones que experimentaron, y todavía experimentan, los
alumnos que han vivido de manera consciente esta pandemia.
De ahí la importancia de recuperar una de las principales ideas que defendemos a lo largo
del texto: los docentes, como sanadores sociales, debemos asegurar el bienestar mental y
emocional del alumnado, acompañándoles en el reconocimiento de cada una de las
emociones, ayudándoles a expresarlas y, especialmente, enseñándoles a respetar las de los
demás. Además, debemos ofrecerles estrategias para gestionar otro tipo de sentimientos,
como puede ser la ansiedad o el estrés generado por esta situación inusual.
También podemos entender que estas raíces se refieren a todo aquello que nos identifica
como personas y que nos hace sentir parte del lugar del que venimos, del que somos. Como
consecuencia, consideramos que los contenidos que se imparten en las aulas deben estar
relacionados con la vida del alumnado y con el sitio en el que viven. Es decir, en el aula
debemos centrar la atención tanto en el avance tecnológico y la innovación, como en
contenidos que estén directamente vinculados con el alumnado y con los tiempos y
espacios en los que se desarrolla. Esta visión apoya nuestra defensa del patrimonio y del
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folclore, especialmente el musical, como elementos de sanación social, siendo a su vez (y
aunque no lo parezca) innovadores en los tiempos actuales.
En la misma línea, la Hermenéutica Analógica se alza también como elemento filosófico
que aporta reflexiones y aplicaciones a la educación
(18)
y que ayuda a la sanación social que
se pretende en la escuela. La presencia de la filosofía, ya sea de manera consciente o
inconsciente, hace que las relaciones personales e interpretaciones que se realizan en el
espacio y tiempo educativo favorezcan una didáctica potencialmente curativa.
Relacionado con esta sanación social de la que venimos hablando a lo largo de todo el
artículo, nos gustaría mencionar la importancia que tiene que los futuros docentes, ya sea
durante su formación universitaria o bien en los periodos de prácticas, empiecen a poner en
marcha sus funciones sanadoras. Es decir, deben exprimir al máximo los meses de
prácticas, tanto para participar en las actividades, plantear las suyas propias y aprender de
los alumnos y de su tutor, como para aplicar sus incipientes funciones como sanadores
sociales y respaldar al tutor en el acompañamiento del alumnado.
Nos gustaría terminar este texto con unas ideas que son esenciales para que la visión del
colegio como lugar de sanación social siga siendo así en un futuro. Para ello, es necesaria
una educación de calidad
(9)
en todas las etapas educativas, desde la Educación Infantil
(donde “comienza uno de los más anhelados deseos de la educación: la igualdad de
oportunidades”
(1)
) hasta la universitaria, sin olvidarnos de la Formación Profesional, que
muchas veces se infravalora sin motivo. También es necesario minimizar las barreras de
acceso a la formación en las diferentes etapas para los colectivos más vulnerables y así
poder proporcionar a jóvenes y adultos las competencias necesarias para una vida sana que
les permita acceder a un futuro laboral acorde a su formación e intereses, algo que también
contribuye al bienestar personal y social.
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