Revista Salud y Bienestar Colectivo
Mayo-Agosto, 2021. Vol 5, Nº 2 ISSN 0719-8736
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permitan acceder a espacios laborales, y por tanto se exige un buen aprovechamiento en
cada una de las asignaturas que se les imparte.
Así, una de las consignas de vigilancia hacia los niños es que vayan bien en la escuela: que
aprendan a controlar sus horarios fisiológicos, que cumplan las tareas que adquieran
autonomía en sus labores dentro y fuera del aula, que adquieran herramientas emocionales
para estar con otros; y es importante que se identifique cuando alguno de estos “logros” no
se consignan pues estaremos ante una dificultad para su desarrollo posterior (su capacidad
de producir), frente a esto hay una serie de dispositivos a los que se podrá acudir:
psicopedagogía, clases complementarias, regularización, que intentan normalizar la
diferencia, aquella que aprende diferente.
Por otra parte, es fundamental explorar los procesos de socialización que decantan en los
niños las premisas de felicidad y productividad; suponiendo que los niños se construyen
como sujetos siempre en torno a otros y a las instituciones que les enmarcan, sobre todo en
la relación de dependencia con los adultos.
El primer espacio de socialización (para las características específicas que deseamos
abordar) es la familia, ya sea nuclear, extendida, monoparental, homoparental, reconstruida,
etc; la idea de que un niño debe crecer en un entorno familiar que le brinde valores, normas
de conducta y afecto se encuentra en gran parte de la población. Es por eso que frente a las
conductas de riesgo de uno niño o adolescente se evoca a los padres, lo que implica que, si
el encargo hacia las familias es que el niño se forme como un proyecto de futuro, “como un
buen ciudadano”, quizá los adultos vivan con cierta angustia el proceso de crianza, pues de
su “buen trabajo” dependerá en lo que se convierta el niño, para esto es menester cuidar de
su salud, por lo que uno de los encargos más importantes de los adultos que ejercen la
crianza es mantener vivos y sanos a los niños y las niñas.
Si se piensa la infancia como algo incompleto que debe ser formado y que debe mantenerse
con salud, labores que depende de los “adultos a cargo”, la verticalización de la relación
infanto-adulta es una respuesta lógica; lo que derive en prácticas de cuidado-guía-
protección que poco tomen en cuenta los sentires de los menores, esperando de ellos
(menores) disciplina y obediencia. Bleichmar propone que en la infancia lo que se va
negociando son los límites del sujeto frente a la relación ética con el otro, y el centro está
en que los niños comprendan la legitimidad del límite; sin embargo, en la verticalización de
las relaciones, esto se hace poco posible
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La segunda instancia de socialización para la infancia es la escuela, ya sea pública o
privada, y siendo cada vez a más temprana edad (en México existen estancias infantiles
desde los 40 días de vida), la institución escuela se plantea como fundamental para la
construcción de la subjetividad infantil. Desde la teoría la escuela como modelo de
socialización permite a las infancias construir procesos de participación, desarrollar
habilidades emocionales, aprender a estar con la otredad, contactar con el arte, significar el
cuerpo; sin embargo todavía la escuela se centra en construcción de conocimientos y
estrategias que sirvan a la productividad: no es extraño que se busque que se lea desde
preescolar, o bien que un plus de una escuela privada sea la incorporación de un segundo
idioma, pues la educación se vuelve el inicio de un “futuro próspero”.